Chasiv Yar. Sentado al lado de un fogón, Anton, un soldado ucraniano que lucha en el frente oriental, se prepara para combatir a las fuerzas rusas en Chasiv Yar, una localidad estratégica para el control de la región del Donbás.
Después de un año en el que la línea del frente estuvo casi congelada, las fuerzas rusas avanzan aprovechando el agotamiento y la escasez de municiones del ejército ucraniano, afectado por los retrasos en la entrega de ayuda de las potencias occidentales.
Para consolidar sus progresos, Rusia busca tomar el control de Chasiv Yar, una localidad ubicada en una colina, a una decena de kilómetros al oeste de Bajmut, una posición que las tropas de Moscú ocupan desde mayo de 2023 tras meses de una feroz batalla.
"Si los rusos toman Chasiv Yar, se les abriría una puerta para llegar a otras ciudades (...) Es importante detenerlos", explicó Anton, un soldado de 40 años.
Desde las alturas de Chasiv Yar, el ejército ruso podría atacar las localidades aledañas, primero Kramatorsk, un punto estratégico por ser un nodo ferroviario, y después Slóviansk.
Anton afirma que los rusos utilizan "muchos efectivos, mucha munición y que la actividad de la aviación y la artillería es constante", pero asegura que su unidad "resiste".
"Combates encarnizados"
Los blogueros ucranianos y rusos especializados en temas militares reportaron el viernes que las tropas de Moscú llegaron a las afueras de Chasiv Yar.
El jefe de la administración militar ucraniana de la ciudad, Sergiy Chaus, declinó comentar la situación, pero afirmó el viernes a la AFP que en las últimas dos semanas la situación se ha vuelto más peligrosa y que ahora Chasiv Yar está bajo "fuego constante" de los rusos.
El jefe del ejército ucraniano, Oleksander Sirski, informó este sábado que "Chasiv Yar sigue bajo control" de Kiev, pero que hay "combates encarnizados".
Ahora, el avance de los rusos amenaza la atención médica de los soldados heridos en la defensa de la localidad, ya que la unidad de estabilización que ofrece tratamientos de urgencia tuvo que ser alejada de los combates por seguridad.
Nadiya, una socorrista de 24 años, que forma parte del equipo médico que fue desplazado contó a la AFP que ya no es posible ir a buscar a los heridos en Chasiv Yar, porque es demasiado peligroso y que los soldados son evacuados en auto. A veces, tienen que caminar durante horas, continuó.
"Viene para liquidarte"
Sergiy, un militar de 25 años que descansa tras combatir en la batalla por Chasiv Yar, reportó que la situación está "mucho más complicada".
Este soldado apodado Moped, que tiene marcadas ojeras por el cansancio y se frota con frecuencia los ojos, relató que los drones funcionan "día y noche".
Su compañero de armas Yegor explicó que los drones son muy precisos, lo que los hace más temibles que la artillería.
"El dron va a seguir volando hasta que te mate o que te caiga encima, para dejarte herido hasta que otro venga a por ti", contó. "El segundo viene para liquidarte", explicó.
Yegor afirmó que las tropas rusas utilizan sus recursos de una forma más racional que al inicio de la invasión que Moscú lanzó contra esta exrepública soviética, en febrero de 2022.
Bogdan, un soldado de 21 años, está de acuerdo. "Ellos están aprendiendo, han aprendido, no son estúpidos (...) No es el mismo ejército que en 2022", dijo.
"Se sientan en las ruinas"
Pero las fuerzas rusas mantienen algunas estrategias, estiman los soldados cuando relatan que la destrucción que han visto en Chasiv Yar les recuerda a otras batallas que dejaron localidades enteras arrasadas.
"Ellos destruyen todo y después se sientan en las ruinas", afirmó Sergiy.
Chaus indicó que "no queda ningún edificio intacto" y que de las 13.000 personas que vivían en la ciudad antes de la guerra, sólo quedan 700 habitantes.
Para Sergiy, si los rusos logran controlar Chasiv Yar, aumentarían los bombardeos contra las localidades en las faldas de esta colina.
"Hay personas, hay niños. Si (Chasiv Yar) resiste, van a poder seguir viviendo allí", dijo.
A unas decenas de kilómetros de Chasiv Yar, en Kostantínovka, Andriy Komaristov contó a la AFP que teme un avance de los rusos.
Sentado en un banco fuera de su casa, Komaristov dijo que no tiene a donde ir y que debe quedarse para ayudar a su madre y a sus vecinos que son ancianos.
"Sin importar lo que pase, ellos plantan papas y sacan las malas hierbas del jardín porque no se van a ningún lado", dijo mientras acariciaba a su perro, Mouse. "Nos quedaremos acá hasta el final. Si nos dan, nos dan y así será".