El 1º de abril de 1829 Vicente Guerrero tomó posesión como presidente de México. Vicente Guerrero, uno de los héroes que consumaron nuestra Independencia, nació en Tixtla, el 10 de agosto de 1782. De familia humilde, con sangre africana en sus venas, en 1810 se unió a la lucha insurgente bajo las órdenes de Morelos. Compartía las ideas políticas de independencia y libertad de Hidalgo y Morelos para construir una sociedad más justa, sin distinción de razas, donde todos fueran iguales ante la ley. Su conocimiento del territorio del sur novohispano y su valor le ganaron la confianza de Morelos, a quien acompañó en la toma de Tixtla, en mayo de 1811.
Después de la muerte de Morelos, Guerrero mantuvo viva la llama de la insurgencia. Los realistas no pudieron derrotarlo, no aceptó el indulto y rechazó la súplica de su padre para que abandonara la lucha. Esa tenaz resistencia rindió fruto. En enero de 1821 se abrió la oportunidad de consumar la independencia, mediante un acuerdo político entre Guerrero, el principal líder insurgente, y Agustín de Iturbide, el jefe del ejército realista.
El resultado fue la adhesión de Guerrero al Plan de Iguala y la formación del Ejército de las Tres Garantías, con lo que se consumó la Independencia, el 27 de septiembre de 1821. La actitud, firme y valiente de Guerrero, hizo posible el surgimiento de México como una nación libre, independiente y soberana.
El Primer Imperio, encabezado por Iturbide, fracasó ante el anhelo de la mayoría del pueblo de México de tener una forma de gobierno republicana. El primer presidente fue el destacado líder insurgente Guadalupe Victoria. Cuando terminó el gobierno de Victoria, Guerrero fue postulado por las milicias populares y apoyado por las logias masónicas yorquinas. El otro candidato fue Manuel Gómez Pedraza, apoyado por las logias escocesas, por la mayoría del ejército y de los gobernadores. El sistema electoral, que dejaba en manos de las legislaturas locales la elección del presidente, dio el triunfo a Gómez Pedraza. Esto provocó que varios jefes radicales, como Santa Anna y Lorenzo de Zavala, se rebelaran. En la Ciudad de México estalló, el 30 de noviembre de 1828, el motín de la Acordada y el 4 de diciembre otro tumulto que atacó El Parián y el Palacio Nacional. Guerrero sumó apoyos de los estados y el Congreso lo nombró Presidente de la República. Rindió protesta el 1º de abril de 1829. En su discurso, expresó:
“Cuando en el año de 1810, dócil al llamamiento de la patria y al grito de mi corazón, volé a empuñar la espada y a desafiar la muerte, no preví que llegase un día en que la magnánima nación recompensase mis servicios a la causa santa de su independencia y libertad, colocándome en el asiento del poder supremo…
“La constancia ha sido mi deber, y lo ha sido consagrar la vida a la sociedad en que nací. Generosos son los pueblos con el esclavo de la nación soberana. Por eso, el juramento que acabo de prestar es el de la obediencia y de la gratitud, es el juramento del corazón, del ciudadano que jamás ha mentido ante Dios cuando prometió a los hombres fidelidad y honor… La administración está obligada a procurar que los beneficios del admirable sistema que adoptamos se extiendan desde el palacio del rico hasta la morada humilde y pacífica del labrador… El pueblo es el juez soberano de mi conducta, perezca yo si falto al juramento de servir a la patria…”
Guerrero ofreció conducir un gobierno que restableciera la concordia, la paz y la unión, que dejara atrás los odios y las divisiones. Prometió una administración que actuaría con respeto irrestricto a las leyes.
Guerrero encarnaba no solamente los principios libertarios y sociales de la primera insurgencia, la de Hidalgo y Morelos. Era el representante de los sectores más oprimidos, de los indígenas, de las castas, de los que seguían siendo esclavos. Si había un reclamo social que había dado aliento a la independencia, era el de abolir la esclavitud, reclamo que habían hecho suyo Hidalgo y Morelos, pero que no había podido llevarse a cabo completamente.
La joven nación mexicana de sus primeros años vivía una intensa lucha entre dos proyectos opuestos. Por un lado, los españoles y criollos, las clases dominantes económicas, religiosas y culturales, que mantenían sus privilegios y ocupaban todavía altos cargos en el ejército y en la Iglesia, habían sostenido al imperio de Iturbide, eran miembros de las logias escocesas y abrazaron la causa centralista. Por el otro, la causa insurgente encabezada por Hidalgo y Morelos, continuada por hombres y mujeres patriotas que lograron el triunfo de la República, partidarios del federalismo, del rito yorquino, de las milicias populares, querían acabar con la sociedad de castas, fueros y privilegios y establecer una sociedad más equitativa y la igualdad de todos ante la ley Guerrero era el portavoz de este proyecto. Uno de sus mayores logros fue la abolición de la esclavitud. El 15 de septiembre de 1829 emitió el siguiente decreto: “1º Queda abolida la esclavitud en la República; 2º son por consiguiente libres todos los que hasta hoy se habían considerado como esclavos; 3º cuando las circunstancias del erario lo permitan, se indemnizará a los propietarios de los esclavos, en los términos que dispusieren las leyes.”
*Director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México