Las razones por las cuales Sartan es una especie de mito en el black metal de Latinoamérica son muchas. Activamente antifascistas y orgullosamente proletarios, tomaron un género comúnmente asociado con el fascismo para subvertir su mensaje convirtiéndolo en anarquista y sin resignar su adoración por satán. La historia confirmada en esta entrevista habla de cruces profanadas y perros muertos sobre el escenario. También de una organización de heavies y punks para combatir skinheads fascistas, de Buenos Aires y parte del conurbano bonaerense.
La leyenda tiene tantas partes que es importante no olvidar su componente musical. Sepultando las lágrimas del señor, el disco más importante de Sartan, reditado en 2008 y 2018 tanto en cedé como en casete, es un compendio del lado extremo del metal y sus diferentes mutaciones estilísticas en los tempranos noventa. Su música buscó ser aquello que los padres conservadores habían creído alguna vez sobre Kiss: una invitación a desconfiar de las instituciones y unirse a las filas de lucifer.
Filas de lucifer
Javier, guitarrista y vocalista en la formación original de Sartan y miembro actual de la agrupación, recuerda sus comienzos en la música por vía familiar. Cuando le llegó la hora de buscar discos por su propia cuenta, ciertos grupos se le presentaron como apariciones, producto de un esfuerzo colectivo de metaleros: “Tenía 12 años cuando empezamos a escuchar Deep Purple con un tío. Uno de los fundadores del grupo fue mi hermano; al ingresar a secundaria le llegó un casete de Kreator, en esa época también salió el disco de los pioneros del trash en Argentina: Hermética, que fue una explosión en la cabeza. Nos empezamos a ver entre amigos del barrio los fines de semana para escuchar música y ahí alguien consiguió un disco de Sepultura. Cuando hicimos Sartan queríamos que fuera un grupo trash-metal. Fue muy vertiginoso. Éramos chicos y a medida que íbamos promocionando en distintas estaciones de radio la primera fecha para tocar en vivo, el 15 de diciembre de 1992, un año después de haber empezado, conocimos otra gente que nos fue presentando nueva música: Sadus, Obituary, Morbid Angel. Después llegamos a la disquería Excalibur, en las calles Florida y Lavalle, donde te recomendaban o pedías cosas como Carcass, Napalm Death, en casetes copia sin tapa. Eso empezó a circular entre todos nuestros amigos y así se iba ampliando el círculo. También llegaban los VHS, Sacred Reich, muchos videoclips, Nuclear Assault… Qué linda época de conocer. Me hiciste acordar lo que uno se emocionaba de lo bueno y lo nuevo que eran todas esas bandas. Así fuimos virando a un género musical más extremo. Hay un demo, que en realidad es grabación de un concierto en Zona Cyborg, un boliche de San Telmo, en el que el grupo ya era más grindcore. Cuando nos llegó un vinilo de Darkthrone cambió nuestras vidas y el estilo de Sartan”.
Intercambio musical
Por esa misma iniciativa de intercambio musical conocieron el punk: Teníamos un casete que de un lado era V8 y del otro Los Violadores. Después un amigo heavy con el que hicimos la secundaria empezó a ir a recitales y aparecía con remeras pintadas a mano, de dos minutos, Superuva y diferentes bandas de esa época. Al final, un día se hizo la cresta. Luego vinieron The Exploited, GBH, el costado extremo punky que conocimos también por esos intercambios. Apareció otro grupo de amigos, la música seguía compartiéndose y formamos una especie de patota, una banda de heavies, punks y roqueros. Íbamos juntos a recitales; había mucha gente que nos veía y no lo podía creer y otros a los que les caía muy simpático que nos juntáramos. Así nos denominamos heavy punks, en cuanto a gustos y parte de las ideas
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Ricky Espinosa fue un personaje especial del punk rock argento: reconocido cantante del grupo Flema, cultor de un estilo que revindicaba su barrio humilde, desafiante con los sellos discográficos y los medios de comunicación. Espinosa era fanático del metal, por lo que no es extraño que haya compartido sello discográfico con Sartan y que terminara prestando aullidos para su disco. Cuenta Javier sobre la colaboración: “no sé si lo conocíamos desde antes de grabar o ya habíamos compartido una fecha en Casanova. Creo que sí lo conocíamos porque ese día llegó reloco y no le dio mucha bola a nadie. Cuando fuimos a grabar ellos estaban terminando o mezclando y compartiendo vino y cerveza, pintó la onda de preguntarle si quería grabar algunos gritos y se recopó en Plegarias al corazón negro y en el final de Sursum Corda Satana, citando una frase de Flema que a nosotros nos representaba mucho: ‘Si yo soy así no es por culpa de las drogas / Si yo soy así no es por culpa del alcohol’”.
Un momento clave para Sartan fue pasar del metal pesado a un metal que incurría en el satanismo como tema principal: “En 1992, pusimos sobre el escenario una cruz hecha por nosotros, tratamos de conseguir caños, velas… Nos rompió la cabeza ver el video de Black Metal de Venom y queríamos ir hacia ahí: las profanaciones. Una vez tocamos en un recital en una plaza a tres cuadras de un cementerio; unos amigos desaparecieron del lugar y cuando volvieron traían tres o cuatro cruces y algunos crucifijos. Todo eso lo empezamos a usar en los conciertos, junto con achuras y hasta un par de cadáveres de perritos que habíamos encontrado por ahí. Era algo natural de nuestro arte y forma de expresarnos: todo lo que va en contra de los gustos de la sociedad a la que detestábamos y odiábamos se expresaba ahí. Una de las cosas que más nos tocaba era el cristianismo porque un amigo, de los primeros con los que escuchábamos música, se hizo evangelista, nos abandonó y ahí le declaramos la guerra a la religión. Los integrantes de Sartan de ese momento nos tatuamos los anticristos con tinta china y agujas de coser: era nuestra herramienta para expresar el odio a lo establecido”.
Odio a la religión y a la policía
“Odiábamos el lavado de cabeza de la religión, así como a la policía, que nos paraba por tener borceguíes o el pelo largo, ser sucios y desprolijos, como el tema de Pappo. La Iglesia cumple un rol fundamental en la sumisión de la sociedad con la destrucción de niños en el catolicismo; yo soy hasta confirmado, pero una vez que entendí lo que era, eso fue parte del odio. Lo que más lo impulsó fue lo de nuestro amigo: veníamos juntos desde la primaria y él era fanático de Slayer; pero de repente se nos fue, mintiendo en sus testimonios, diciendo que ya se había dado vuelta prácticamente con las drogas cuando nosotros recién incursionábamos”.
Una biografía anónima online dice que Sartan usaba el resultado de sus profanaciones como trofeos, algo que Javier desmiente: le decíamos trofeos a las batallas que teníamos contra los neonazis de acá en esa época. El combate contra los nazis era algo natural: odiamos siempre la opresión y estos eran tipos que se creían superiores, por ese solo hecho nos atacaban a los metaleros y a los punkies siempre de forma cobarde, en grupo contra uno y aparecían con bates. Nos trataban de negros de mierda. Nosotros somos hijos de paraguayos, vivimos la discriminación desde chicos, entonces cuando veíamos que pares nuestros se hacían los superiores, obviamente se iba a dar un enfrentamiento. Hemos ido a lugares a sacarlos y a enfrentarlos: los trofeos eran sus camperas, sus borceguíes y sus billeteras
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Parte de la leyenda de Sartan se cruza con otra no menos mitológica en la historia del underground: la de Poder Negro, un colectivo anarquista de combate directo con los skinheads nazis, creado en parte por integrantes y fans de Sartan, que generó el lugar para la formación de varios grupos que tocaban heavy metal y punk rock crudo, una movida abiertamente anticomercial: Poder Negro terminamos siendo los heavies y punkis. Nos íbamos juntado musicalmente y después llegó la hora de preguntarnos por qué escuchábamos esta música, por qué existía el anarquismo y el socialismo, entonces tomamos partido entre esas opciones, algunos integrantes sin partido político, pero siempre contra los nazis. Cada batalla de ese tipo nos unía más como hermanos, ahí decidimos ponernos Poder Negro, en contra de los White Power, como ellos se hacían llamar. Con Poder Negro se hicieron grupos como Zoretor, Anarkus, Profecium, Pego y no recibo, todas bandas extremas y antifascistas. Sacamos el sello Malos Aires Punkcore contra el Buenos Aires Hard Core, que era más positivo. Fuimos contra la sociedad y las ramas de nuestros distintos géneros. Nosotros queríamos ir a la guerra, estábamos en contra de todo metal que no hablara de pelear
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