Convocada por el Congreso Nacional Indígena (CNI), la asamblea culminó con una declaratoria en la que los participantes asumieron la defensa la cuenca del río Atoyac, de los ríos Prieto, Metlapanapa, Tlalnepantla, San Javier, Ajajalpa, Santa María, Magdalena, Cuautla, Chapala, De los Remedios, Tula, Grande, Concagua, Chico y Choapa; Ameyal de San Lucas Nextetelco; manantiales Lamitzita y Actipan; lagos de Patzcuaro y Chapala; Lagunas de Santiago Mexquititlán, Acuitlapulco y Apizaquito; presas El Ahogado y Las Pintas; acuífero de la península de Yucatán y el agua subterránea de Tetlama.
Los pueblos y organizaciones, reunidos en un encuentro de conciencia y movilización, responsabilizaron al Estado de ejercer múltiples violencias en su contra, tales como desaparición, encarcelamiento, persecución, asesinatos y explotación, entre otras. Y hablaron también de los ataques a la naturaleza, específicamente a los bosques que representan la vida misma para los pueblos. En estos momentos, denunciaron, los bosques son espacios de disputa desde los cuales se criminaliza a las personas que los defienden.
Lejos de ser una reunión nacional de lamentos, la asamblea fue territorio de denuncia y, sobre todo, de organización colectiva. Una mirada al futuro. Frente a la destrucción neoliberal, la construcción de escuelas comunitarias, de ecotecnias, el cuidado colectivo de la alimentación y la salud, la generación de huertos, la reforestación, el fomento de la economía solidaria. Y, paralelamente, la movilización colectiva en defensa del territorio junto con el resto de las luchas, tales como la demanda de verdad y justicia para los 43 normalistas de Ayotzinapa. Porque nada va solo. Porque todo va junto.