El 15 de marzo de 1973, hace 50 años, se fundó la Liga Comunista 23 de Septiembre para unificar a las organizaciones rebeldes y construir una fuerza política con propósitos de iniciar la lucha armada.
¿Entonces, por qué Madera? Explico la situación: me refiero a una comunidad chihuahuense al pie de la Sierra Madre Occidental, sus habitantes son dedicados a explotar el bosque. Hay un cuartel militar hecho del material que abunda, semeja un almacén.
Amanece, escasa vigilancia, del terraplén de la vía del ferrocarril, surge un grupo de gente joven, 12 solamente. Están armados, por semanas han rondado la zona. Abren fuego contra los vigilantes y contra el cuartel.
Construido frágilmente es penetrado por las balas, los guerrilleros hieren, matan y mueren, son luchadores de conciencia. Cae un oficial y tropa, reaccionan los soldados. Mueren el líder social Arturo Gámiz y seis asaltantes.
Hay un escándalo oficial. El gobernador, general Práxedes Giner, llega y ordena enviar los cuerpos de los asaltantes a una fosa común. No se identifican, sólo sus ropas los sugieren como campesinos; son jóvenes. Con esa orden se impide la participación del Ministerio Público.
El general Giner, obstruyendo la acción de la justicia, envalentonado grita: ¿querían tierra?, ¡denles tierra hasta que se harten! Frase que pasó a la historia de los movimientos sociales.
Como era previsible el gobierno se sobreactúa, aviones, helicópteros, tropas llegadas por tren que no logran nada. Lo que sí triunfa es que Madera se constituye en un gozne del destino que da nombre a una lucha popular, la Liga Comunista 23 de Septiembre. Se formaliza la fusión de ocho organizaciones guerrilleras, es marzo de 1973, cinco años después de la noche de Tlatelolco.
Surgen nuevas células guerrilleras, nuevos nombres nuevos líderes y... lo más lamentable, un endurecimiento del gobierno que, desconociendo ese tipo de retos y cómo manejarlos, acude a lo más simple, represión, justificando cualquier exceso. A nadie se escuchó, el diálogo no se consideró.
A raíz de ello se da una confusión nacional de todos los órdenes, ideológica, política, militar, periodística. Por el lado popular surgen movimientos armados. Unos serían urbanos, Guadalajara, Monterrey, Ciudad de México. Otros rurales, los más difíciles, la sierra de Guerrero. Años después vendría Chiapas.
La represión se hizo terrible. Se conoció el término “desaparecidos”, supimos que había una Dirección Federal de Seguridad (DFS), una Brigada Blanca, que se violaban domicilios; que campesinos, guerrilleros o no, eran tirados vivos al mar desde aviones militares. Así pasaron más de 10 años.
El uso irrestricto de la fuerza era insostenible, pero esa era la costumbre. Para el alto gobierno sólo era activar sus agencias que, en ausencia de habilidades legales, les era natural matar, desaparecer, torturar, violar, robar; hablo principalmente de la DFS. ¡Brillaba la impunidad! Recuérdese: El 14 de enero de 1982, amanecieron flotando en el río Tula 17 cadáveres con huellas de tortura, allá donde salen a la superficie las aguas negras del drenaje profundo de la Ciudad de México. La investigación iniciada llevó a saber que eran colombianos, supuestamente narcotraficantes, detenidos por la policía de la ciudad. Ahí se bajó el telón. No pasó nada.
En la Secretaría de Gobernación, uno de los máximos exponentes de la represión, el capitán Luis de la Barreda, miembro original de la DFS, ya viejo, purgando sentencia por delitos en el pasado, dijo: “Lo hicimos por el bien de México”. Era una especie de credo satánico generalizado.
El presidente Miguel de la Madrid hizo un demoledor diagnóstico “de los mil 500 elementos de la DFS, muchos son corrompibles, otros son imbéciles y la mayoría no tiene educación”. Ese negro tiempo terminó. Hoy no existe más el terror represivo como forma de ejercer el poder, pero sí mil abusos cotidianos de quienes debieran ser custodios de la ley.
Para lograrlo se decidió un cambio que no fue sólo sustituir corporaciones podridas. No, el verdadero cambio fue que se extinguió una forma brutal de ejercer el poder. En aquel tenor el pueblo siempre resultaba acusado y consecuentemente victimado.
Organizaciones en pro de justicia social surgieron en breve plazo, entre los 60 y 70. Vale citar algunas: Partido de los Pobres, Partido Revolucionario de Obreros y Campesinos Unión del Pueblo, Ejército Popular Revolucionario, Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, Fuerzas Armadas Revolucionarias, Coordinadora Independiente Obrera Campesina, Movimiento Armado Revolucionario, Brigada de Ajusticiamiento, Ejército Revolucionario Independiente.
¿Qué los motivaba?, sólo pedían lo que hasta ahora se sigue exigiendo... ¡justicia! Fueron luchadores de conciencia que dieron su vida a manera de nueva revolución.
Ante el imposible diálogo con el poder, los luchadores optaron por la lucha armada. Luego se dieron nuevas formas de disentir y de contender, pero óigase para siempre, recuérdese: ¡sólo querían justicia! ¿Escuchamos?
Respeto a la juventud
rebelde, justiciera.