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Crítica que es autocrítica

29 de marzo de 2024 00:02

Dijeron que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) buscaba relegirse, e incluso, a contrapelo de la lógica, quisieron ver ese designio tras la realización de la consulta de revocación de mandato. Después afirmaron que el proceso de selección para la coordinación de Defensa de la Cuarta Transformación era una manera de encubrir un típico dedazo priísta. Ahora que se ha comprobado que tales acusaciones eran palmariamente falsas, sostienen que AMLO se prepara a ejercer una suerte de maximato por medio de Claudia Sheinbaum. Son extrapolaciones de un régimen extinto que no volverá y proyecciones nostálgicas por parte de lo que queda del PRI.

Han acusado de enriquecimiento a la familia de López Obrador y al hacerlo dejan ver cuán presentes tienen a Vicente Fox y a Enrique Peña Nieto. Acuñaron, ellos mismos, el insulto “narcopresidente” que de inmediato trae a la memoria a Felipe Calderón, quien entregó el manejo de la seguridad pública a un empleado de los narcos que obedeció a un tiempo órdenes –que tal vez no fueran tan contradictorias– de sus patrones y de Washington. Hablan de la construcción de elefantes blancos, pero olvidan la Enciclomedia y el Pizarrón Digital, bolsones foxistas de corrupción que devoraron miles de millones de pesos; la calderonista Refinería Bicentenario, de la que sólo se construyó una barda, o la vía rápida del mismo nombre, erigida por los socios de Peña Nieto, obra tan corrupta y tan estúpida que sólo tiene carriles de ida, pero no de regreso.

Hablan de la inseguridad y la violencia como si en 2018 en México hubiese florecido la paz de la Antártida, donde no se tiene registro de hechos delictivos y critican el sistema de salud como si sus gobiernos no hubieran dejado 430 hospitales abandonados –buena parte de los cuales han sido o están siendo rehabilitados– o como si hubiese existido un abasto eficaz de medicinas, o como si el Seguro Popular hubiese sido algo más que un negocio inmundo que cubría apenas una ínfima parte de los casos que ameritaban atención y tratamiento médicos.

Desde otra perspectiva, la reacción política y mediática acusa a la 4T de querer borrar la división de poderes, como si el Prian no hubiese dominado por completo al Judicial y al Legislativo. Y la maldicen porque pretende modificar la Constitución, como si entre 2012 y 2014 la misma coalición partidaria que ahora postula a Xóchitl Gálvez –es decir, el Prianrd, antes llamado “Pacto por México” y después, “Va por México” no hubiese operado una gravísima adulteración del texto constitucional que trastocó el pacto social, y como si Salinas y Fox no hubiesen impuesto lo que les daba la gana a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El dominio de las presidencias prianistas sobre el Poder Judicial fue tan absoluto que hoy en día éste se ha convertido en el principal bastión opositor para resistir los cambios de políticas gubernamentales derivados de la voluntad popular expresada en las urnas, y otro tanto puede decirse de los organismos autónomos con los que se buscó perpetuar el neoliberalismo corrupto.

La imputación de que el actual gobierno pretende construir una dictadura cae por su propio peso si se considera el contraste entre la total sumisión de poderes y organismos autónomos en el pasado reciente y la beligerancia con la que esos mismos poderes y organismos han logrado torpedear decisiones fundamentales para el desarrollo del país, como las reformas eléctrica y electoral o los intentos por recuperar de manos privadas concesiones mal habidas.

Viéndolo bien, los denuestos de la oposición prianista contra la 4T son una autocrítica cruda y radical a las acciones y los estilos de los gobiernos del ciclo neoliberal, emanados todos ellos de las filas priístas y panistas, incluido ese disparate de la “militarización de la sociedad” que es, en realidad, lo contrario: un proceso de socialización de las fuerzas armadas.

Pero lo que en Argentina le funcionó tan bien a la derecha –acusar al gobierno de Alberto Fernández de los desastres ocasionados por su antecesor, el derechista Mauricio Macri– en México no tiene futuro. Sin duda, la 4T tiene muchas cosas que enmendar –empezando por el cálculo de que sería posible consumar todas sus propuestas sin corregir las más aberrantes deformaciones neoliberales incrustadas en el gobierno anterior a la Carta Magna–, pero ninguna de ellas ha sido enunciada por una oposición que se disuelve en la nostalgia de sí misma. Un dato revelador es la entrevista que la aspirante presidencial opositora concedió a Latinus, cuyo comentócrata titular prefirió irse de vacaciones y dejarle esa tarea a un suplente. En la plática, Xóchitl Gálvez dedicó buena parte del tiempo a repetir los infundios acuñados por esa misma empresa propagandística y otra parte a explicar por qué estaba de acuerdo con quienes no está de acuerdo, es decir, los dirigentes de la triple alianza que dicen respaldarla.

Ahí la llevan.

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Twitter: @PM_Navegaciones



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