A lo largo de más de dos décadas, el Sikeiros Piano Bar fue uno de los bastiones de la bohemia en la capital de la República Mexicana. Primero, 14 años en el Polyforum Cultural Siqueiros y luego otros siete en el hotel Marquis Reforma, tenía entre sus asiduos a figuras como el escritor Gabriel García Márquez, el cronista Carlos Monsiváis, los cantantes españoles Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, así como el compositor mexicano Armando Manzanero, entre otros.
Presencias a las que, en ocasiones, se sumaban el narrador colombiano Álvaro Mutis, el cubano Silvio Rodríguez, el cantaor madrileño Diego El Cigala, el cantante y actor venezolano Carlos Mata y varios de los músicos y artistas internacionales que visitaban tierras mexicanas, así como infinidad de personajes de la vida pública nacional, como el conductor y actor Xavier López Chabelo, la bailarina Yolanda Montes Tongolele, y los actores Alma Muriel y Plutarco Haza.
Amén de los hijos de la noche, tampoco era extraña la asistencia frecuente de políticos y funcionarios públicos, incluso de otros países, como Belisario Betancur, presidente de Colombia entre 1982 y 1986, quien acudió a uno de los cumpleaños de García Márquez e inscribió su nombre en el vasto anecdotario del lugar.
Cuenta Magdalena Rodríguez, propietaria de ese emblemático espacio, que Betancur se llevó a un rincón apartado al escritor para espetarle: Oye, Gabo, ¿ya sabes que las putas de Colombia te van a demandar?
A lo que el interpelado respondió: Sí, las que no salen en mi novela
.
El ex presidente colombiano y el Nobel de Literatura 1982 aludían en son de broma a Memoria de mis putas tristes, libro de este último que incluso fue dado a conocer en ese piano bar, como ocurrió más adelante con otro de sus títulos, Yo no vengo a decir un discurso, en un hecho sin precedente, ya que el oriundo de Aracataca no presentaba sus obras.
Tal era la amistad entre el autor y la promotora cultural tampiqueña responsable del Sikeiros, surgida a raíz de un encuentro fortuito en un restaurante del sur de la Ciudad de México, que con el tiempo se consolidó con un compadrazgo.
Gabo y Meche (Mercedes Barba, la esposa del Nobel) son padrinos del mayor de mis nietos
, se ufana Magdalena Rodríguez en entrevista con La Jornada, en la que explica que hace tres años ese epicentro de la bohemia capitalina cerró como secuela de la pandemia, aunque lo considera un impasse, pues revela que hoy día baraja varias propuestas para reabrirlo.
El año que entra serán las bodas de plata del Sikeiros, así que tengo que conseguir una casa para poder celebrar estos 25 años
, señala la también empresaria, quien asume al Sikeiros Piano Bar como un accidente afortunado en su vida, ya que nunca se imaginó como responsable de un sitio de esa naturaleza.
Refiere que siempre ha sido promotora cultural, actividad que desempeñó no sólo como asesora de varios alcaldes de su natal Tampico, donde uno de sus máximos logros fue llevar a la leyenda de la danza Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba, sino también resalta iniciativas propias, como una universidad de señoras, mi Escuela Superior de Arte, donde impartía un diplomado en historia del arte
, y la creación del taller de literatura José Revueltas en el reclusorio de esa capital, al que considera una de sus satisfacciones más grandes
.
Responsabilidad inesperada
En 1998 se trasladó a la Ciudad de México, donde reside desde entonces. Llegó como directora de la Casa de Cultura de Tamaulipas en esta urbe, puesto que ocupó casi dos años, hasta que se acercó al Polyforum Siqueiros.
Nunca pasó por mi mente hacerme responsable de un lugar así. Llegué al Polyforum pretendiendo acercarme al mundo cultural de ese espacio; así conocí al doctor (Manuel) Suárez, su propietario, y me invitó a quedarme con el piano bar; ni idea tenía yo de qué era un lugar de éstos, ni de las bebidas, no sabía nada. Hoy no concibo la vida sin un piano bar, honestamente. Así que estoy en espera de que surja una casa para el Sikeiros, porque me gustaría celebrar sus bodas de plata.
Vivencias, recuerdos y anécdotas vienen en tropel a la memoria de Magdalena Rodríguez, a quien saluda con mucha estima el personal del hotel Marquis Reforma, donde se efectúa la charla con este diario.
Siempre es lindo regresar adonde uno fue feliz
, dice en referencia a ese lugar, sede del citado centro bohemio en sus últimos seis años, luego de que en 2014 se mudó del Polyforum Siqueiros ante el proyecto de transformarlo.
Además de la colección de más de 200 caricaturas de famosos hechas por Luis Carreño que adornaban ese piano bar, uno de esos recuerdos es el del dueto que formaban los periodistas Jacobo Zabludovsky –uno de sus más entrañables amigos, al lado de su esposa, Sarita– y Guillermo Ochoa para cantar Perdón, de Pedro Flores Córdova, en torno del piano.
También acuden imágenes frescas de Gabo sonriente entrando o saliendo entre aplausos de los concurrentes, y aclara que el inventor de Macondo jamás cantó en público, lo más que hacía era acompañar con el movimiento de labios un tema de su gusto, whisky en mano.
Otras son de las varias ocasiones en que Joaquín Sabina “se echaba sus palomazos”, y cómo se subía a los sillones para que la concurrencia pudiera retratarlo y grabarlo. Tiene muy presente asimismo cuando Armando Manzanero le pedía autorización para acompañar al piano el canto de los allí reunidos. En fin, vivencias y recuerdos que dan para escribir unas memorias, tarea en la que ya trabaja.
Este periodo de inactividad del Sikeiros Piano Bar no ha sido tiempo perdido para Magdalena Rodríguez, quien organizó un diplomado de historia de la cultura mexicana, que está por principiar. En él se abordarán desde muralismo, ópera y literatura hasta análisis político y estratégico. Las sesiones serán del 16 de abril al 25 de junio, los martes, de 10 a 14 horas (mayores informes en el WhatsApp 55-2300-4309).
“Tristemente, esta cultura de la bohemia está un poco en desuso en la Ciudad de México; para decir todo: no hay un Sikeiros. Para empezar, yo invitaba a vivir una noche borracha de estrellas. La convivencia que se da en torno a la música es única. Lo dijo Gabo: ‘sólo mejor que la música es hablar de música’, y compartirla”, concluyó.