Ciudad de México. México y Estados Unidos, los dos representativos más opuestos y complementarios en la Concacaf, definen al campeón de la Liga de Naciones en un partido que cada año miles de aficionados quieren ver. “Es la final que todo estábamos esperando”, afirma el entrenador Jaime Lozano sobre un rival al que el Tricolor no ha podido ganarle desde septiembre de 2019. “Hay crecido muchísimo en los últimos años, pero siempre existen revanchas deportivas. Es el momento de demostrar lo que somos”.
Lozano no es el único que quería jugar contra los estadunidenses. Desde la eliminación en semifinales el año pasado en Las Vegas (3-0), los jugadores manifestaron al cuerpo técnico la sensación de tener cuentas pendientes. “Antes éramos los obligados por la diferencia que había, siempre se esperaba que México pasara por encima de ellos. Hoy no sé si todos pensamos lo mismo. Pero, si Estados Unidos es nuestro rival a vencer, nosotros también somos el de ellos”, agrega.
En el clásico de Concacaf nada se entiende sin una coronación y un derrumbe. Lozano lo sabe desde que era jugador profesional, porque ganar no sólo tenía mérito, sino también proclamaba el derecho de ser el gigante de la zona. La historia ahora es distinta. “La realidad es que Estados Unidos tiene dos campeonatos en este torneo y nosotros aspiramos a llevarnos la primera”, apunta. “Somos equipos que nos hemos enfrentado muchas veces. Los respetamos, pero no nos conformamos sólo que llegar a la final”.
La única baja confirmada en el Tricolor es la del zaguero Julián Araujo, quien sufrió una lesión muscular en la fase anterior ante Panamá. El colombiano-mexicano Julián Quiñones y Johan Vásquez serán evaluados en las próximas horas para resolver su participación en Dallas.