México avanza hacia la conformación de un nuevo gobierno de la 4T, en el contexto de tendencias de recesión ingobernables de la economía mundial. En su historia moderna, el capitalismo ha vivido tres grandes depresiones: la de 1873/97, la de 1929/39, y la más reciente de 2008/2009, con duración de 18 meses, pero con efectos de largo plazo aún presentes; los historiadores económicos del futuro fijarán la duración real de esta última depresión.
En los últimos años, EU ha intentado recuperar las fuerzas impulsoras del sistema mediante una reconfiguración internacional,que excluya a China y a Rusia. Como hemos apuntado en este espacio, esa iniciativaprodujo una relocalización de industrias (nearshoring) deseosas de aprovechar la proximidad de México al mercado estadunidense. Aunque, si ganara Trump en la elección de noviembre, habría cambios en el curso actual de las cosas.
La recuperación de la segunda de las depresiones anotadas fue impulsada por la Segunda Guerra Mundial, y produjo la “edad de oro” del capitalismo, que terminó en 1973, fecha a partir de la cual se abrió un periodo de tendencia al estancamiento con inflación (stagflation), que provocaría, como respuesta, la instauración de la política neoliberal en los años 1980/1990. En las tres grandes depresiones la recuperación consistió en la reconstrucción (insuficiente) de las condiciones de generación de las ganancias del capital.
Eso busca la política neoliberal. Para el efecto, el neoliberalismo corrompió o destruyó las organizaciones sociales de los trabajadores, como los sindicatos, tanto en los países desarrollados como en los periféricos. América Latina (AL) ha activado, como respuesta de defensa frente al neoliberalismo, dos ciclos de gobiernos de orientación progresista.
En el primer ciclo surgieron: Hugo Chávez, en Venezuela, en 1999; Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil, y Néstor Kirchner, en Argentina, en 2003; Leonel Fernández, en República Dominicana, y Martín Torrijos en Panamá, en 2004; Tabaré Vázquez, en Uruguay, en 2005; Evo Morales, en Bolivia, y Manuel Zelaya, en Honduras, en 2006; Rafael Correa, en Ecuador, en 2007; Fernando Lugo, en Paraguay, y Álvaro Colom, en Guatemala, en 2008; Salvador Sánchez Cerén, en El Salvador, en 2009, y Ollanta Humala, en Perú, en 2011.
Esos gobiernos del pueblo fueron derribados por fuerzas de derecha, mediante la guerra del Poder Judicial –lawfare–, y la guerra sucia orquestada por los medios, apoyados por la derecha internacional. Fueron gobiernos a los que les faltó profundizar en el afianzamiento popular, para poder sostenerse. Venezuela permanece, duramente bloqueada por EU. En el segundo ciclo llegaron: Andrés Manuel López Obrador, en 2018. Alberto Fernández en Argentina, en 2019, maniatado desde el principio con el apoyo del FMI. Pedro Castillo, en Perú, en 2021, derrocado por un golpe de Estado.
Xiomara Castro, en Honduras, y Gabriel Boric, en Chile, en 2022; Boric, con un gobierno limitado por la derecha en el Congreso, ha perdido dos veces la posibilidad de una reforma constitucional con algunos cambios de fondo para las mayorías. Luis Arce Catacora, en Bolivia, en 2022, también limitado por la circunstancia que dejó el golpe contra Evo, agravado por las divisiones insalvables en las fuerzas reformistas; Gustavo Petro, en Colombia, en 2022, haciendo esfuerzos inmensos por mantener el primer gobierno progresista de la historia en ese país, batallando contra la lawfare y la guerra mediática.
Nuevamente Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil, en 2022, luchando en el campo político minado que le dejó Bolsonaro, y con una minoría precaria en el Congreso.Bernardo Arévalo, en Guatemala, en enero de 2024, sosteniéndose en sus primeros pasos. El de México es por ahora el proyecto popular de justicia social que ha podido avanzar en AL.
Sus posibilidades de continuidad son, hasta el día de hoy, seguras. El gobierno de Claudia llevará justicia social a más mexicanos, con programas más profundos e incluyentes. México vive un momento extremadamente complejo, cercado en la coyuntura electoral por la santa alianza entre todas las derechas políticas y mediáticas de México, apoyadas a la luz del día por fuerzas internacionales de una derecha contumaz, racista, como Cayetana, que se cree dueña del suelo donde pisa.
Las derechas de México fueron dueñas absolutas de los destinos del país hasta 2018 y, como lo pide el manual de la restauración neoliberal, hoy están acompañadas del Poder Judicial, dispuesto a llevar el resultado electoral a la catástrofe, si le fuera posible.
Se han sumado a esa santa alianza bandas delincuenciales y el venerable episcopado de la Iglesia católica –que señala “horrorizado” al crimen organizado–, mientras navegan todos en el mismo barco, con la misma brújula y los mismos objetivos.
La sociedad mexicana de los excluidos está desorganizada, y esto es su mayor debilidad. Los gobiernos progresistas de Morena sólo podrán subsistir con un pueblo organizado. Morena tiene esa titánica tarea por delante.