Empecinados, los acólitos del culto al morbo preguntaban ¿quien ganó el debate? sin mayor fondo, con la idea de hallar un perdedor únicamente, y la respuesta fue contundente: perdió la ciudad.
Desde luego, el del domingo fue un primer encontronazo entre quienes se traían ganas. Llamó la atención el cinismo del panista Taboada que repetía, como si fueran consignas de marcha callejera, las condenas que algunos medios han lanzado en contra del gobierno actual.
El que pudo haber sido el mejor golpe del azul fue aquello de las estancias infantiles, que desaparecieron como tales, y que se desvaneció ante el recuerdo de aquel 5 de junio de 2009, cuando 49 niños murieron calcinados en el incendio de la guardería ABC, atendida por panistas, y entre cuyos responsables estuvieron algunos familiares de Felipe Calderón, hoy impunes.
La poca memoria de Taboada no impidió el recuerdo de aquel incidente, aún en el recuerdo de muchos miles, o millones, de mexicanos que se duelen por el resultado de aquella tragedia.
Fue, para decirlo con claridad, más que un debate de ideas un duelo de dos gestores a quienes la política, las ideas, no les importan; su meta es el poder y por él son capaces de bordar imposibles o de mentir sin consecuencia alguna.
Nadie en sano juicio puede negar lo que fue el PAN en el gobierno, lo que ha sido ese partido en la alcaldía Benito Juárez, donde el organismo hizo uso de la confianza y buena voluntad de su gente para aprovecharse de ella y hacer negocios con la construcción de espacios para vivienda. Lo que se conoce como el cártel inmobiliario, por ejemplo.
Y Taboada, en lugar de ofrecer disculpas por todos los males que su partido trajo al país, pretendía culpar de todo, todo, a la 4T, que habla por sus hechos.
Dicen, no obstante, que en alguna sede de los azules se había montado un festejo para celebrar el triunfo de Taboada, pero el desánimo se instaló en el lugar y el asunto no pasó de algunos gritos y consignas guangas.
También llamó la atención Salomón Chertorivski, ninguneado por la dupla de los representantes de los partidos dominantes, quien, no obstante, armó una buena diatriba: peleaba porque su 3 o 5 por ciento, según las encuestas, figurara en el show, pero no encontró eco y a final de cuentas a los conductores sólo les faltó decirle: ¡lástima, y gracias por su participación!
Dados los resultados de ese primer encontronazo, como ya lo describíamos, se espera que en el episodio dos las cosas cambien y los participantes guarden el lodo y hagan planteamientos interesantes sin hipocresías, sin fingimientos.
No puede ser, lo decimos en serio, que ninguno tenga una visión clara y completa de la ciudad que requiere el futuro inmediato. Hablar, prometer generalidades, es no comprometerse con nada.
Da la impresión, perdonen ustedes, de haber presenciado un duelo de familia a punto del divorcio, donde ninguno está dispuesto a la reconciliación porque el asunto ya no vale la pena.
Y se trata nada menos que de la Ciudad de México, de la capital del país, que después del tal debate parece tener muy mala suerte y estar en un callejón sin salida. Por eso, ojalá el segundo capítulo muestre a los políticos haciendo eso, política. ¿Sería mucho pedir?
De pasadita
El asunto de la alianza panista en Nuevo León, que ya está en entredicho, puede convertirse en algo mucho más complicado que prohibir que el PAN, el PRI y el PRD vayan juntos en la elección local.
Todo eso porque los azules no pudieron ni pueden demostrar que su militancia estuvo de acuerdo en ir junto con los otros organismos a la contienda. Eso pasó allá en el norte, pero ya era hora de que alguien se preguntara: ¿y en las demás entidades, incluyendo la Ciudad de México, la militancia estuvo de acuerdo y votó por la alianza? ¡Aguas!