Madrid. El 11 de marzo del 2004, entre las 736 y 7:40 de la mañana, el tiempo se detuvo en Madrid: una serie de bombas, colocadas estratégicamente en cuatro de los llamados “trenes Cercanías”, utilizados sobre todo por estudiantes y la clase obrera, explotaron sin previo aviso.

Fue una masacre que provocó el caos y la confusión en los primeros minutos y que inundó de duelo y pesar al país durante varios días, semanas y meses. El saldo de 192 asesinatos y más de mil 800 heridos lo convirtió en el peor atentado de carácter “terrorista” en la historia de Europa.

La primera década del siglo XXI fue pródiga en atentados indiscriminados perpetrados por células del integrismo islamista, vinculados en algunos casos a la organización Al Qaeda, que entonces dirigía desde la clandestinidad Osama Bin Laden.

El primer gran atentado contra Occidente, que marcó un antes y un después, fue sin duda el del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, ejecutada por cuatro comandos que secuestraron una serie de aviones comerciales para estrellarlos de forma intencionada contra edificios emblemáticos, como las Torres Gemelas de Nueva York.

Ese atentado, que costó la vida a casi tres mil personas e hirió a más de 25 mil, fue la antesala de lo que ocurriría después en otros países, entre ellos España, que sólo tres años después vivió en carne propia de un ataque indiscriminado contra la población civil. Después vendrían otros atentados similares en ciudades europeas, como París, Londres, Niza, Oslo, Barcelona o Bruselas, entre otras.

El atentado de Madrid se produjo además sólo tres días antes de las elecciones generales, en las que partía como claro favorito el candidato de la derecha y sucesor del entonces presidente del gobierno en funciones, José María Aznar.

Pero el empecinamiento de Aznar y su gobierno en manipular la información sobre la masacre e intentar atribuírsela a la organización separatista vasca ETA, en lugar de a una célula del integrismo islamista, provocó un vuelco electoral y una indignación colectiva por el intento de manipulación.

Incluso hoy en día, dos décadas después de la masacre, Aznar insistió en un comunicado a través de su Fundación que al gobierno que él presidía “jamás llegó un documento que descartase la autoría etarra”.

Pese a esas maniobras del gobierno de Aznar por atribuir a ETA los atentados, finalmente la Audiencia Nacional española juzgó en un macrojuicio a todos los responsables vivos de los atentados, una vez que siete de los autores materiales e intelectuales se habían inmolado con explosivos en un departamento en la localidad de Leganés, en Madrid, sólo tres semanas después de la explosión de los bombas y tras ser localizados por la policía española.

Después de tres años de investigación y proceso judicial fueron condenadas 29 personas, la mayoría de ellos de origen marroquí y con vínculos a organizaciones integristas de carácter islamista, pero a día de hoy no se ha encontrado el vínculo directo con Al Qaeda.

De las 18 personas que fueron condenados a penas de prisión, sólo tres de ellas permanecen en prisión, dos autores materiales de los atentados y un ciudadano español, José Emilio Suárez Trashorras, que fue el que les vendió el material explosivo procedente de una mina en Asturias. Sus condenas tienen previsto cumplirlas hasta el año 2044.

Para conmemorar el vigésimo aniversario de los atentados se celebraron varios actos institucionales en Madrid, presididos por las principales autoridades del país, desde el Rey Felipe VI, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de la capital, José Luis Martínez Almeida, que volvieron a escuchar los recuerdos emocionados de las víctimas y familiares de las víctimas de los atentados.

El duelo de nuevo se hizo presente en una ciudad que recuerda cada 11 de marzo como el día más triste de su historia contemporánea.