Millones de mujeres salieron a marchar en el mundo en conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8M, fecha en que se recuerdan las inequidades perpetradas contra ellas en sociedades patriarcales, y se exige poner fin a toda forma de violencia de género. La atención global en torno a la situación de las mujeres es aprovechada por organismos nacionales e internacionales para presentar cifras que demuestran lo lejos que se encuentra la igualdad sustantiva: desde la brecha salarial hasta la manera diferenciada en que el cambio climático las afecta a ellas; pasando por la subrepresentación que padecen en la política, los altos cargos gerenciales y las carreras vinculadas a ciencia y tecnología. La exclusión del mundo laboral, la pobreza extrema y la desproporcionada cantidad de trabajos de cuidados no remunerados se cuentan también entre las lacras que les impiden gozar a plenitud de sus derechos y desarrollar su potencial.
En México, los cientos de miles de asistentes a los actos que confluyeron en el Zócalo capitalino enarbolaron como principales demandas el acceso a las mujeres a una vida libre de violencia, la erradicación de la desigualdad de clase, racial y de género, además de combatir la discriminación y todas las formas de opresión que sostienen este mundo de injusticia. Asimismo, la coincidencia con el arranque de las campañas presidenciales llevó a colectivos feministas a desmarcarse de cualquiera de las candidaturas, reivindicar la autonomía del movimiento y expresar su escepticismo frente a las propuestas de los bandos partidistas en pugna.
Este año fue posible para las mujeres celebrar algún avance en el cumplimiento de sus reclamos, como la consagración constitucional del derecho a decidir sobre sus cuerpos en materia reproductiva en Francia. El reciente triunfo electoral de la ultraderecha liberal sobre la ultraderecha religiosa en Polonia brinda otro resquicio para el optimismo en cuanto al respeto a sus vidas y a la equidad de género. Sin embargo, el tono general de este 8M fue de frustración por las poderosas inercias machistas de la sociedad, así como de preocupación por los retrocesos que ya se experimentan o que amenazan con materializarse.
El caso más emblemático y lamentable es el de Argentina, donde la llegada al poder del inefable Javier Milei ha supuesto el desmantelamiento acelerado del reconocimiento institucional de la deuda histórica con las mujeres, la desaparición de instancias oficiales dedicadas a protegerlas y el despliegue de una retórica que vulnera a las mujeres y empodera a sus agresores. Este personaje que aúna el fanatismo de libre mercado, el más cavernario conservadurismo social y una notoria incomprensión de las responsabilidades que implica su investidura ha usado sus menos de tres meses de gobierno para prohibir el lenguaje inclusivo en toda la administración pública federal, ordenar la extinción del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) y, en un pueril acto de provocación, renombrar como Salón de los Próceres el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada. Esto último, en pleno 8 de marzo. Una diputada de su partido ya intentó revertir la despenalización del aborto, y aunque su iniciativa naufragó rápidamente debido a su impericia legislativa (recabó los apoyos para su proyecto a través de WhatsApp, lo que es ilegal), quedó como primer aviso del peligro que corren los derechos humanos de las mujeres bajo el mileísmo.
En el otro extremo del continente, la consolidación de Donald Trump como aspirante presidencial del Partido Republicano y las encuestas que lo ubican como ganador en los comicios de noviembre próximo son una advertencia ineludible de que a partir de 2025 podría profundizarse la involución en la igualdad de género que ya se vivió durante el paso del magnate por la Casa Blanca, y que ha continuado de la mano de los jueces conservadores que nombró durante su mandato. Ante este panorama, es imperativo denunciar la misoginia y la violencia contra las mujeres allí donde se presenten, y trabajar sin descanso por un mundo en el que la mitad femenina de la humanidad sea libre, viva segura, y goce de total igualdad en todos los ámbitos.