Ayotzinapa y las luchas feministas son dos de los tantos pendientes de este gobierno que está por terminar. Se irá no sólo sin haber resuelto el paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa, sino con un estudiante de la misma escuela normal abatido por la policía. Se irá también sin haber resuelto las demandas de las decenas de miles de mujeres que cada 8 de marzo llenan las calles del país para exigir el fin de la impunidad, el paradero de sus hijas y un alto al feminicidio que cobra 12 vidas diarias en este México sin justicia.
La noche del jueves 7 de marzo Yanquo Kohtan Gómez Peralta, de 23 años, fue asesinado en Tixtla. Policías de Guerrero accionaron sus armas en nombre de un Estado que los criminaliza, que los estaba siguiendo, pues monitorean segundo a segundo todos los movimientos de los normalistas de Ayotzinapa. Yanquo era estudiante del cuarto semestre del grupo c de la Licenciatura de Educación Primaria. Dicen que les dispararon porque no se detuvieron. A un estudiante le disparan porque no se detiene mientras los verdaderos criminales se pasean en Chilpancingo con sus armas y no les hacen nada
, lamenta Cristina Bautista, madre de uno de los 43. Lo lamentan también sus compañeros y, sobre todo, su madre Lilia Vianey Gómez, quien comparte una foto de su hijo y exige justicia.
A nuestros estudiantes ya los tenían en la mira. Siempre nos están vigilando, saben qué hacemos
, cuestiona Bautista, mientras el Presidente de México dice que tiene información de que la policía de Guerrero repelió un ataque de los normalistas. Y les envía el pésame.
Esa misma noche, frente a Palacio Nacional, cientos de veladoras se encienden reclamando el fin de la impunidad de todas las formas de violencia contra las mujeres. El palacio es amurallado, igual que los monumentos, pero no pueden amurallar las calles, y por ellas caminan ríos repletos de mujeres, jóvenes en su mayoría, que exigen Ni una más
. No son ajenas al resto de las luchas, se solidarizan con las madres de Ayotzinapa y con el resto de las miles de mujeres buscadoras. Su grito retumba en un Zócalo repleto. A la Glorieta de las Mujeres que Luchan llega la música que reclama. No se van a detener.