Mientras el Kremlin pone todos sus recursos para alcanzar un solo objetivo –ganar la guerra en Ucrania–, en detrimento de su propia población que resiente ya los nocivos efectos del recorte del presupuesto de este año para gasto social, salud y educación, Rusia se está distanciando cada vez de la mayoría de repúblicas del espacio postsoviético.
De mal en peor va la relación con dos de ellas, Armenia y Moldavia.
Al desintegrarse la Unión Soviética, Armenia, para frenar la intención de Azerbaiyán de recuperar por la fuerza el disputado enclave de Nagorno-Karabaj (finalmente, con el apoyo de Turquía, lo consiguió en septiembre de 2023) se proclamó aliada de Rusia y, a cambio, permitió la instalación de una base militar rusa en esa parte del Cáucaso del sur.
A partir de lo que Ereván considera traición de Moscú, en el sentido de que nada hicieron para detener la ofensiva de Bakú ni los militares rusos ni la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), fundada por Rusia con varios países ex soviéticos para prestar asistencia militar en caso de agresión contra uno de sus miembros, entre otras finalidades, el gobierno del primer ministro Nikol Pashinian anunció la suspensión de su membresía en la OTSC. Y el jueves pasado Armenia notificó a Rusia que retire a los guardias fronterizos rusos que prestan servicio en el aeropuerto de Ereván desde 1992 (Rusia mantendría los cuatro destacamentos que tiene en las fronteras de Armenia con Turquía e Irán).
Moldavia no selló ninguna alianza con Rusia y, por el contrario, no oculta su meta de integrarse en la Unión Europea y en la OTAN, pero tiene un problema en su territorio, Transnistria, la mitad de cuya población étnicamente rusa quiere formar parte de Rusia y hace poco solicitó protección al Kremlin, que mantiene en la zona mil 500 soldados. Mientras haya guerra en Ucrania, Rusia no está en condiciones de abrir un nuevo frente, pero la presidenta moldava, Maia Sandu, anunció esta semana que Moldavia abandona el FACE (Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa), con lo cual podría instalar en su territorio tropas extranjeras.
A todo esto, frases como que las fronteras de Rusia no acaban en ningún sitio
en boca de Dimitri Medvediev, secretario adjunto de su Consejo de Seguridad, echan más gasolina al fuego.