Ciudad de México. La poeta indígena Margarita León (Santiago de Anaya, Hidalgo, 1982) sufrió una experiencia aterradora cuando era niña: la muerte de su madre durante el parto de su décimo hijo. Margarita, de entonces 9 años, quiso recitar un poema para rendirle un homenaje en un festival del Día de las Madres, pero enmudeció frente a los asistentes.
Ese es el origen de mi poesía: emular la voz de una mujer humilde, sumisa, que sufrió todo tipo de violencia y falleció a los 35 años junto con mi hermanito. Desde entonces, guardé en mi mente todo lo que ella me dijo hasta que ese torrente de versos me desbordó y ya no pude callar más
, explicó la autora en entrevista con La Jornada.
En el contexto del Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo, León atestiguó su lucha contra la soledad. “Si no hubiera comenzado a escribir, hace mucho que mi vida se habría caído a un abismo.
“La poesía puede funcionar como un pretexto maravilloso para explorar rincones que nunca habíamos visto. Después de leer a la académica, antropóloga e investigadora Marcela Lagarde, estoy totalmente convencida, como dice ella, que empoderarse implica fortalecer la autoestima.
El patriarcado nos enseña a actuar para otros, a cuidar de los demás; sacrificamos nuestro propio placer para otras personas y por esa razón aseguro que escribir poesía equivale a explorar el alma con todo lo que eso implica.
Poeta bilingüe otomí-hñähñu y traductora en español, Margarita León decidió usar el mismo nombre de su madre en todas sus publicaciones, además de reconocer y difundir la poesía en lenguas originarias.
“Irma Pineda, Natalia Toledo y Briseida Cuevas Cob fueron la punta de lanza en la tradición literaria indígena. Abrieron un camino inmenso y ahí vamos secundándolas. Ellas limpiaron la maleza del camino y el resto seguimos trabajando duro para poder sobresalir en un mundo gobernado por hombres.
Antes era impensable que entráramos al Palacio de Bellas Artes, incluso la mayoría de las poetas mexicanas no nos miran con seriedad, pero ese es un largo camino que dependerá de muchos factores, sobre todo de nuestra sensibilidad y la perspectiva que tenemos del mundo al momento de crear. En mi caso, dejo que el otomí (que me enseñó mi madre) se sobreponga al español.
Uno de sus proyectos más sobresalientes fue su participación en el libro Insurrección de las palabras: Poetas contemporáneos en lenguas mexicanas, que reúne a 132 autores y poemas en 45 idiomas originarios. El ejemplar fue compilado por Hermann Bellinghausen, narrador, cronista y colaborador de este rotativo.
Las palabras que construyen este libro son insurrectas, no resucitadas. En lenguas ancestrales, la poesía aquí reunida es nueva, una parte significativa de ella escrita en el siglo XXI, otra a finales del XX. Son escritos que llenan de vitalidad las lenguas nacionales, que fomentan su conservación y crecimiento, que muestran por su contenido y mensaje que la literatura tiene su propio valor, pero si se escribe en lengua indígena adquiere otra dimensión: plural y diversa, diferente
, se advierte en la obra.
Margarita León contribuyó con el texto En casa, que en una de sus estrofas dice:
“Estoy en casa
soy sangre sin venas,
con la sonrisa de una niña
en mi memoria congelada,
con el suspiro de las mariposas
escribiendo mi pasado
estoy en casa.”
Para la poeta, la lírica escrita por mujeres sigue siendo una tarea ardua: “Hay más escritores hombres y las pocas mujeres que escribimos aún debemos luchar por Una habitación propia, como lo indica en su ensayo dijo Virginia Wolf. Aún tenemos la tarea de explorar el lenguaje poético de nuestras lenguas, así como luchar por ser escuchadas.
Me gustaría que si algún día leen algo de mí noten que esos versos se escribieron con una mirada colectiva y que a través de mis poemas conozcan un poco del pensamiento y la forma de sentir del pueblo otomí.
Su poemario más reciente, Ya pa otho ya xudi (El tiempo sin sombra), narra cómo una niña que perdió su sombra nunca vuelve a ser la misma hasta que la encuentra.