Tepoztlán, pequeño pueblo de Morelos caracterizado por su imponente cordillera, es hoy uno de los principales destinos turísticos del país. Inscrito en la lista de Pueblos Mágicos, en los últimos años cambió súbitamente su forma de vida. Actualmente está en curso una reorganización territorial sin control, en función de las demandas del turismo y la especulación inmobiliaria.
El pueblo se había caracterizado por preservar sus tradiciones y sostener una lógica de vida distinta a la de las grandes urbes. La lucha contra el club de golf entre 1995 y 1997 respondió a la defensa de ella. Tepoztlán se rebeló contra la promesa de progreso que implicaba la venta indiscriminada de tierra, la extracción ilimitada de agua y la aniquilación de la vida campesina. Y en esa ocasión triunfó.
Sin embargo, las transformaciones económicas de México en las últimas décadas han trastocado fuertemente al pueblo. Hoy, la vida interna del municipio se subordina a dos dinámicas externas y complementarias: 1) la del corredor comercial Veracruz-Acapulco, en el que “participa” a través del tramo que le toca en la autopista La Pera-Cuautla y 2) la de ser parte de los pueblos que rodean y se articulan con la corona regional del centro de México (la zona con mayor población concentrada de toda América Latina).
Tepoztlán sufre los diversos asedios de aquellas dos dinámicas. Al norte la tala clandestina, plagas de escarabajos descortezadores y sustitución de bosque por plantíos de aguacate (con la contaminación que conlleva el uso de agrotóxicos y sus desechos). Y al este, sur y oeste: la extracción de piedra para construcción (esa piedra es clave para la infiltración de agua al subsuelo), los incendios para cambiar el uso de suelo, la urbanización de terrenos de siembra y las consecuencias de ese crecimiento urbano (tiraderos a cielo abierto, distintas formas de violencia, falta de servicios básicos, etc.).
Luego de que la economía campesina fuera reducida al mínimo, desde el inicio del neoliberalismo, los habitantes locales han encontrado en la venta de tierras la única oportunidad de ascenso social. Tras la pandemia de covid-19 esto se incrementó exponencialmente debido a la necesidad económica de los locales y gracias a que los foráneos descubrieron en las bondades del teletrabajo que podían vivir rodeados de montañas a menor costo que en la Ciudad de México.
En las ancestrales tierras de cultivo hoy se levantan lujosas casas de millonarios y hoteles que invaden cerros, caminos antiguos y barrancas. El municipio cuenta ya con más de 2 mil habitaciones de hotel. La plataforma Airbnb ofrece para un fin de semana casi 900 habitaciones que van de 300 a 20 mil pesos por noche. La extensión de pastos siempre verdes de esas casas y hoteles sobrepasan ya a un campo de golf de 18 hoyos.
Cada fin de semana llegan entre 5 mil y 20 mil personas como turistas a Tepoztlán y, en casos extraordinarios, como ocurrió en el carnaval de este año, hasta 150 mil personas. Para atender esa demanda de turismo, y como complemento de la venta de tierras, los pobladores venden o rentan sus casas para convertilas en restaurantes, bares y cantinas. Las bodas y fiestas, que además banalizan las tradiciones locales, generan contaminación sonora y lumínica que no sólo afecta la vida cotidiana de los locales, sino también a la fauna endémica del Parque Nacional El Tepozteco.
Los precios de los alimentos y servicios compiten con los de las colonias Roma y Condesa de la Ciudad de México, pero la mano de obra sigue siendo muy mal pagada. El agua se está acabando por la sobredemanda del turismo y de la construcción. La basura y su disposición final es ya un problema grave. El drenaje y las fosas sépticas no tienen capacidad para manejar tantas excretas. El tráfico comienza a ser un gran problema, como lo es en cualquier ciudad.
La investigación “Tepoztlán: Un mapeo de su situación actual” (que se puede consultar en casatecmilco.org/mapeos/tepoztlan/), realizada por residentes de esta población, alerta sobre estos temas y llama a la unidad de las personas de la comunidad para cuidar y rescatar los bienes comunes. Su diagnóstico, recopilado en parte en este texto, es alarmante. De seguir con las dinámicas actuales, lo que hoy es conocido como un pueblo mágico terminará siendo un pueblo trágico. La posibilidad de frenar ese desalentador destino radica en la posibilidad de que sus habitantes se vuelvan a organizar como en los mejores tiempos de la rebeldía contra el club de golf, que es a final de cuentas la manera de rencontrarse en el camino que labraron sus ancestros zapatistas.
* Filósofo