Será prudente plantear preguntas ajenas a los procesos políticos? Personalmente, considero que sí, en especial si están relacionadas con los principales temas nacionales. Por ejemplo, sería relevante cuestionar a la Secretaría de Educación Pública sobre su conocimiento y valoración de un libro extraordinario.
Me refiero al Epistolario de Benito Juárez, colección de 15 volúmenes publicados por el Fondo de Cultura Económica en 1957, seguidos por una segunda y última edición en 1972, lo que suma más de 50 años desde su primera publicación. La obra incluye un volumen síntesis de 950 páginas. Está olvidado. ¿Por qué tal menosprecio?
Es extraordinario porque en sus páginas se encuentra plasmada el alma misma del prócer. No se limita a registrar el enterarse de la promulgación de la Constitución, sus instrucciones a su embajador en Washington, sus proclamas o magníficos discursos. Su reacción ante acontecimientos como la expedición de las leyes que llevan su nombre, la caída del imperio en Querétaro o el momento en que es proclamado Benemérito de las Américas.
Muy íntimo es el diálogo epistolar con sus familiares, quienes frecuentemente se encontraban distantes. Gran parte del tiempo estuvieron exiliados en Brooklyn. Merecen leerse con emoción las cartas intercambiadas con doña Margarita, su esposa, y con Santa (Pedro Santacilia), su yerno quien se convirtió en protector de la familia. Es posible que Juárez escribiera estas cartas desde Paso del Norte, Cuba, Guadalajara o Nueva Orleans.
En esas letras se refleja su profundo sentimiento humano cuando se entera de la muerte de sus hijos, primero Pepe y luego Antonio en Brooklyn, no tanto por enfermedad como por las escaseces de su vida. El examen de esta correspondencia revela a un Juárez siempre íntegro, como lo demuestra la carta que envía horas antes de su fallecimiento al general Rafael Cravioto.
Es el prócer nacional por excelencia. Es símbolo de la generación más brillante que haya visto México en 200 años de independencia, la de la Reforma, no ha habido otra.
Este resumen no busca ilustrar a nadie; simplemente sirve como marco de referencia y destacar la importancia de la figura de Juárez y el lamentable olvido al que se le ha relegado, excepto en ocasiones como los discursos vacíos y oportunistas del 21 de marzo.
Aunque existan quizás 100 biografías de Juárez en todos los idiomas imaginables, ninguna es más auténtica que la escrita por él mismo a través de su epistolario. Entonces, ¿por qué el olvido?
La semana pasada conversé por separado con dos jóvenes, uno universitario estudiante de biología. Otro, alumno de un tecnológico, estudia ingeniería de sistemas. Ninguno supo a qué se refería el título de Benemérito de las Américas. Señores de la SEP: ¿responderán con indiferencia?
La presencia anímica de Juárez como imagen activa, impulsadora nos es indispensable. Es fundamental su presencia en la educación y formación de la niñez, orientación de los jóvenes y rectora de la conducta de los adultos. No apelo a una deificación sino a la guía racional que nos propone igual el respeto que la moderación.
Necesitamos su figura en momentos en que el país, como resultado natural de ser una comunidad viva y dinámica, requiere fortalecer sus convicciones y ánimos ideológicos patrios. Una efervescencia de extremos a la que estas líneas es ajena.
Queremos avanzar manteniendo nuestra identidad y aspiramos a continuar siendo quienes somos, con todas nuestras formas de sentir y expresarnos, que se derivan de nuestra esencia: vivir en el seno de una república tal como la concibió Juárez.
No requerimos la visión de un enemigo externo o turbulencias internas extremas que acompañaran la vida democrática de una comunidad compleja.
Esa efervescencia que es lógica y bienvenida obliga, no a la épica, sino a reforzar los valladares ideológicos que nos son comunes.
Un exhorto al fortalecimiento de lo nacional no implica hostilidad. Es una fuerza interna común, debemos ser fuertes y unidos como requisito existencial. Hay otros motores sociales, cosa distinta.
El Epistolario de Juárez duerme hace 50 años. Es un libro integrado con el rigor científico de la bibliología, de la arqueología. Siendo una veta generosa da para todo y para todos. Desglosado satisface cualquier nivel de entendimiento e inspiración.
En su versión original fue un acto de arqueología, así se propuso. Hoy no, puede ser una veta enorme para una renovada razón, semejanza, comunión de una fortalecida cohesión social alrededor de la gran patria. ¿Por qué olvidarlo? Rescatarlo, regresarlo a la luz no es un acto sólo de razón, sino de necesidad.