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La ultraderecha trumpista y el cristoneofascismo

28 de febrero de 2024 00:03

El presidente argentino, Javier Milei, pasó este fin de semana en la Conferencia de la Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos. Milei ofreció el sábado una ponencia sobre los peligros del socialismo, parecido a lo que expuso en el Foro de Davos, Suiza. En la convención anual de la ultraderecha CPAC, coincidió con Donald Trump, quien tuvo elogiosas expresiones para el argentino, a quien calificó de “gran caballero” y “muy popular”. Ajustando su lema de campaña, acotó: “Es un tipo estupendo y uno de los pocos que pueden hacer a Argentina grande de nuevo”, añadió el ex presidente estadunidense.

El rol de la CPAC es acoplar las derechas radicales de todo el mundo en torno a las mismas agendas, preocupaciones e ideas, bajo la conducción de ciertos liderazgos republicanos, articulados en torno a Trump y Steve Bannon.

La eventual victoria de Trump en las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos representaría una seria amenaza para América Latina y en especial para México; aranceles y migración serían un binomio calamitoso para nuestro país.

En Argentina, la ultraderecha utilizó a Milei como recurso para que las élites económicas contrarrestaran las pretensiones regulatorias, fiscales y asistenciales para, así, volver a incrementar sus ganancias. Por eso claman “¡libertad, carajo!” Dicha exclamación es un grito heterogéneo, viene desde las empresas más rancias hasta las demandas del catolicismo vetusto por la defensa de la familia, la sexualidad tradicional y contra el aborto.

En México, la polémica senadora Lilly Téllez invoca la presencia de Milei para agitar los espíritus retardaríos y así despertar de su letargo político a los heroicos antagonistas de la ultraderecha. Téllez invitó al ultraderechista Milei a venir a México para “tener un diálogo amistoso y conocer sus ideas políticas en el contexto nacional e internacional”. Téllez ha desnudado su talante ultraconservador. La legisladora, en septiembre de 2021, asistió a una reunión con Santiago Abascal, líder del partido español Vox, ultraderecha radical, con quien firmó la Carta Madrid, que sostiene la necesidad de “frenar el avance del comunismo” en el mundo.

Téllez transita ya en el viraje a la ultraderecha. Hay una gran tendencia mundial. En ella, hay oportunismo, pero tiene pocas herramientas conceptuales. Como otros políticos, dicho recorrido será gradual.

Es un hecho que la ultraderecha secular, fascista o supremacista tiene en la Iglesia católica a una gran aliada. El reconocido teólogo Juan José Tamayo, autor de La internacional del odio, le llama “cristoneofascismo”. El autor explica en el libro su concepto: “El cristoneofascismo es esa alianza entre la ultraderecha legitimada por el capitalismo y los movimientos cristianos integristas que encuentran el apoyo de importantes jerarcas de la Iglesia, concretamente de todos los adversarios del papa Francisco, a quien empañan sus planteamientos críticos con el neoliberalismo”.

La nueva derecha trumpista sostiene que la mayoría de partidos de derecha son blandengues y no representan al conservadurismo, por lo que es necesario que endurezcan sus posiciones. En suma, los integrantes de la CPAC coinciden en que estamos frente a una crisis moral, política, social y civilizatoria. Ese ha sido el discurso de Vox.

La aparición en México de la ultraderecha forma parte de un largo proceso histórico cuyo epicentro lo situamos en la guerra cristera 1926-29. Desde entonces hay dos grandes tutores: la Iglesia católica y el Yunque. Históricamente, ambos precursores, cada uno con sus intransigencias, lógicas de poder y confrontaciones con la sociedad moderna y secular. Cada actor por separado ha exhibido posturas ultras.

El pensamiento católico conservador mexicano ha hecho gala de integrismo. Y al mismo tiempo ha sacralizado el poder. Ya sea como lugar de conquista u objeto de feroz presión. El hecho es que encontramos a distinguidos miembros yunquistas encaramados en puestos de poder y de servicio público.

Eduardo Verástegui, protegido y financiado por Trump, sueña con un México que le permita a Dios ser el centro de nuestra nación, así lo dijo en un video que subió a redes sociales para lanzar su candidatura frustrada hacia la Presidencia. Es una muestra simbólica que la ultraderecha mexicana se enfila a una aparición política en forma. Articulándose con movimientos Pro Vida, Yunque, el Frente por la Familia, el Opus Dei, Legionarios de Cristo y empresarios católicos, que por ahora apuestan por Xóchitl Gálvez, con capacidad financiera.

Las tendencias mundiales de Europa y Estados Unidos sugieren la potencialidad en México de la aparición de partidos de ultraderecha. Se antoja una conformación ultraconservadora de clase media, blanca y católica. Ya sea porque se sientan agredidas por las narrativas de la 4T o que reivindiquen sus raíces, historia y revanchas.

Para este 2024, se antoja muy difícil que aflore electoralmente. Es más, a corto plazo la ultraderecha debe remontar obstáculos legales y políticos inmensos. Tiene recursos y redes internacionales. Pero a mediano y largo plazos todo puede suceder.



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