La Comisión Federal de Electricidad (CFE) obtuvo durante 2023 ganancias por 116 mil 469 millones de pesos, la mayor utilidad registrada por la empresa en una década. Con este resultado se supera la tendencia de los tres años anteriores, cuando factores externos como la pandemia de covid-19, la tormenta polar ártica de Texas de 2023 y el impacto de la guerra en Ucrania la llevaron a números rojos.
En su informe a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), la empresa productiva del Estado consignó que este superávit se logró gracias a las mayores ventas de energía eléctrica, el manejo eficiente y prudente en materia de gasto, así como la estabilización de los precios de los combustibles a lo largo de 2023. Estos elementos hablan de una notable capacidad administrativa, del crecimiento general de la economía nacional y de la apertura de nuevas firmas a través de la inversión extranjera directa, sin los cuales no se habría potenciado la demanda de electricidad. Sin embargo, el hecho de que el desempeño dela CFE esté, en cierta medida, a merced de los precios internacionales del gas es un recordatorio de la necesidad de avanzar en la consolidación de la soberanía energética, tanto mediante la producción local de hidrocarburos como por un desarrollo acelerado de las energías limpias.
Más allá de los pendientes, cabe congratularse por la plena recuperación de la CFE. Su saldo positivo constituye un ejemplo concreto de que es posible tener empresas públicas con finanzas sanas, que cumplen una función económica, social y presupuestal insustituible. No es poco lo que se ha logrado mediante voluntad política y combate a la corrupción. Una compañía en vías de desguace, reducida por las administraciones anteriores prácticamente a una agencia de asignación de contratos a privados, hoy aporta certeza al mercado energético, provee electricidad como derecho humano a regiones donde las empresas con ánimo de lucro nunca llegarían y retoma su papel como palanca de desarrollo. Si lo anterior fuera poco, contribuye al erario con recursos que redundan en beneficio de todos los habitantes.
Contar con una compañía de generación y distribución de energía eléctrica que se guía por la vocación de servicio ha permitido a México sortear los predicamentos en que se han visto países y entidades subnacionales que entregaron esta industria estratégica a particulares. En febrero de 2021, Texas padeció de manera simultánea prolongados apagones y aumentos estratosféricos en las tarifas: el modelo de privatización y desregulación implementado allí no exige a la industria eléctrica privada (única existente) instalar sistemas de respaldo o almacenamiento ni contar con medidas para prevenir los efectos de las bajas temperaturas, por lo que las nevadas inusuales causaron un colapso de la red, en tanto que la liberación de las tarifas al arbitrio del mercado hizo que los usuarios recibieran facturas por hasta 300 mil pesos con el pretexto de los aumentos en los precios del gas. Con esta misma excusa, durante todo ese año las multinacionales que controlan la generación de electricidad en España desataron una escalada de precios que puso a millones de ciudadanos ante la disyuntiva entre pagar las facturas de la luz o comprar comida.
Con estos datos, está claro el acierto de apostar por el fortalecimiento de la CFE y de Pemex como parte del plan de rescate de la soberanía energética impulsado por el actual gobierno federal. Es de esperarse que se continúe en esta senda que ya arroja resultados indiscutibles a favor de México.