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Históricamente, la Casa Blanca, apoyada en medios de comunicación pero sin prueba alguna, han realizado campañas en contra de distintos gobiernos del mundo. Sus intereses siempre se han privilegiado y son colocados por encima de la verdad. Foto Ap
27 de febrero de 2024 07:39

La más reciente andanada de algunos medios de comunicación estadunidenses –y sus amigos nacionales– en contra del presidente López Obrador –y todo apunta a que ella aún no concluye– no debe sorprender a nadie, porque ha sido práctica común de la mayoría de ellos apuntalar la depredadora política exterior de la Casa Blanca, siempre, según dicen, con base en fuentes confiables y en confidencias de los organismos de inteligencia y seguridad, pero sin prueba alguna.

La mayoría de ellos históricamente ha justificado y, sobre todo, apoyado esa política depredadora: invasiones, golpes de Estado, intervenciones, sanciones, bombardeos, bases militares por doquier, robo de territorio ajeno (como Guantánamo) y todo tipo de chantajes y amenazas, todo en nombre del imperio.

Para no ir más lejos, apoyaron, con todo y mentiras, al impresentable George W. Bush –al igual que al papá–, e incluso se dieron el lujo de celebrar con bombo y platillo el Premio Nobel de la Paz (2009) otorgado a uno de sus mandatarios, Barack Obama, por fomentar el proceso de paz en Medio Oriente, es decir, la misma región que el premiado no se cansó de bombardear y destrozar durante su estancia en la Casa Blanca.

Sobran ejemplos del particular estilo de operar de esos medios de comunicación, pero para el caso mexicano no puede olvidarse aquella columna de Jack Anderson en el Washington Post (15 de mayo de 1984, México hace millonarios a sus presidentes) en la que denunció (sin prueba alguna, pero parapetado en una supuesta alta fuente gubernamental con acceso a informes secretos de inteligencia, más el acceso a informes de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional que interceptaron transacciones bancarias internacionales) que el entonces presidente Miguel de la Madrid se enriqueció con sólo llegar a Los Pinos y que en esa tesitura depositó en Suiza 162 millones de dólares (provenientes del erario). Además, sostenía, sólo en diciembre de 1982, cuando tomó posesión del cargo, el ex mandatario depositó entre 13 y 14 millones de dólares, según una fuente con acceso a esos organismos de inteligencia. Todo, sin una sola prueba.

De entrada, la columna de Anderson (que también involucró a José López Portillo) señala que Miguel de la Madrid tiene previsto reunirse hoy (15 de mayo de 1984) con el presidente Reagan en la Casa Blanca y ha amasado un multimillonaria fortuna en dólares desde que asumió el cargo, de acuerdo con documentos clasificados de la inteligencia estadunidense. El enriquecimiento personal es una tradición entre los presidentes mexicanos y es perfectamente legal bajo la ley mexicana.

El periodista del Washington Post así decidió darle la bienvenida al mandatario mexicano a la capital estadunidense y el rotativo estadunidense la publicó justo el día en el que De la Madrid iniciaba una visita oficial a Estados Unidos y su primer punto en la agenda era un encuentro con Ronald Reagan con la intención de encontrar ayuda urgente ante la brutal crisis económica por la que atravesaba México, y la columna de Anderson fue una suerte de estate quieto ante sus pretensiones con el pésimo actor que se metió en la política y terminó en la Casa Blanca.

Por cierto, ningún medio de comunicación mexicano publicó la citada columna, pero cuando en Los Pinos reaccionaron a la afrenta y Manuel Alonso, entonces director de Comunicación de la Presidencia de la República, divulgó un boletín de prensa sobre el particular, negando rotundamente lo escrito por Anderson (auténtica calumnia), todos se esforzaron en destacarlo (primera plana garantizada), es decir, desmintieron algo que nunca publicaron. El propio funcionario envió una carta a la presidenta del Washington Post, Katherine Graham, para desmentir lo publicado por Anderson, con imputaciones totalmente falsas.

También el gobierno mexicano remitió al Departamento de Estado una nota diplomática, mientras la señora Graham compartió el pan y la sal con De la Madrid en pomposo desayuno por ella organizado un día después de la multicitada publicación, cuyo contenido desmintió tanto el Departamento de Estado como la propia presidenta del Washington Post.

Las rebanadas del pastel

Y colorín colorado, esta historia no se ha acabado, porque el descarado uso de los medios de comunicación para presionar, chantajear, amenazar y difundir propaganda sucia (todas por cortesía de la Casa Blanca) es permanente… Va un enorme beso, con el correspondiente abrazo, para mi amada Camila por otra velita en su pastel.

Twitter: @cafevega

 
 

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