Una brecha cada vez más grande entre economías de ingreso medio y alto luego de las crisis consecutivas de los últimos años; y el hecho de que hay países con tal grado de vulnerabilidad que requieren apoyo financiero y externo, hacen parte de los desafíos para que la arquitectura económica y financiera se haga “más fuerte, más equitativa, más equilibrada y más sostenible”, soltó Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI).
“En los próximos años, la cooperación global será esencial para gestionar la fragmentación geoeconómica y revitalizar el comercio, maximizar el potencial de la IA (inteligencia artificial) sin aumentar la desigualdad, prevenir cuellos de botella en la deuda y responder al cambio climático”, dijo; al tiempo que defendió la fundación de la arquitectura económica y financiera global que se tiene desde hace ocho décadas, con el FMI y el Banco Mundial como pilares.
Sin embargo, en el marco de una reunión del G-20 –que congrega a 20 de los países más poderosas del mundo, con una participación de 85 por ciento del producto interno mundial– Georgieva destacó que en medio de una “dinámica cambiante de la economía global (...), ahora el desafío es hacer (la arquitectura financiera internacional) más fuerte, más equitativa, más equilibrada y más sostenible, para que millones más puedan beneficiarse”.
Décadas llevan las críticas a los programas económicos comandados por el FMI y, en general. a la arquitectura financiera internacional que se creó con los Acuerdos de Bretton Woods en 1944. El sistema que está por cumplir ocho décadas se encaró con las crisis económica que derivó de la pandemia de coronavirus, cuyos efectos se siente hasta ahora: hacienda públicas más restringidas,carestía que sólo se ha mitigado de manera incompleta con el aumento de tasas de interés y mercados financieros que se han beneficiado de ese encarecimiento del crédito y la deuda.
Las críticas llevan tiempo y desde varios frentes, pero entre las más recientes, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, António Guterres, enfatizó que la arquitectura financiera internacional ha fracasado en su misión de proporcionar una red de seguridad mundial a los países en desarrollo, refleja dinámicas de poder político y económico ya alejadas de la realidad y precisa una serie de reformas importantes.
“Casi 80 años después, la arquitectura financiera mundial es anticuada, disfuncional e injusta. Ya no es capaz de satisfacer las necesidades del mundo del siglo XXI: Un mundo multipolar caracterizado por economías y mercados financieros profundamente integrados. Pero también marcado por tensiones geopolíticas y crecientes riesgos sistémicos”, dijo Guterres en junio pasado.
Georgieva comentó que si bien ha habido recuperación frente a los choques continuos que ha vivido la economía global, se ha acentuado la fragmentación geoeconómica a medida que los países modifican sus flujos comerciales y de capital; y las proyecciones del FMI de crecimiento a mediano plazo han caído al nivel más bajo en décadas.
“El bajo crecimiento global afecta a todos, pero tiene implicaciones particularmente preocupantes para las economías de mercados emergentes y en desarrollo. Estos países resistieron de manera impresionante las sucesivas crisis globales, respaldados por marcos institucionales y políticos más sólidos. Pero sus perspectivas de desaceleración del crecimiento han hecho que la convergencia con las economías avanzadas sea aún más distante”, reconoció.
Sin embargo, en el mismo discurso donde consideró reforzar la arquitectura financiera internacional, Georgieva regresó a una de las recomendaciones más características del FMI: consolidación fiscal ya, porque “esperar podría forzar un doloroso ajuste más adelante”.
“Ahora que la inflación se está enfriando y las economías están en mejores condiciones para absorber una postura fiscal más estricta (…) también es vital que los países sigan dando pasos importantes para aumentar los ingresos y eliminar las ineficiencias”; comentó la directora del FMI.
No obstante, en medio de esas recomendaciones cotidianas para el organismo financiero internacional, la actual directora gerente llamó a “construir sistemas tributarios más inclusivos y transparentes, asegurando que la arquitectura tributaria internacional tenga en cuenta los intereses de los países en desarrollo”.