Por lo general, cuando se piensa en primates llegan a la mente las imágenes de macacos, que a lo mejor se han visto con frecuencia en el zoológico o en la televisión. Se acicalan mucho, tienen una actividad social intensa: hay alianzas, coaliciones y jerarquías
. Sin embargo, también existen los monos aulladores de manto (Alouatta palliata), especie en peligro de extinción que ha sido poco estudiada y de la cual no se han podido discernir las claves de su sociabilidad.
En el Instituto de Neuroetología de la Universidad Veracruzana, que trabaja desde hace 30 años con primates, hay un equipo de investigadores que ha puesto especial atención en esta especie, que habita en el sureste mexicano, en particular en la Reserva de la Biosfera de Los Tuxtlas.
Se trata de un equipo liderado por Pedro Dias y Ariadna Rangel-Negrín, que incluye a más investigadores de la Universidad Veracruzana y de otras instituciones educativas, así como a estudiantes de pre y posgrado. Es un grupo en el que aumenta el número de sus integrantes o disminuye, según las investigaciones que se desarrollen en torno a estos primates.
En entrevista con La Jornada, Dias aseguró que al principio de su investigación se interesó en estudiar el comportamiento de los primates porque eso contribuye al conocimiento de la evolución y conducta de los humanos. Pero conforme profundizó en su trabajo, comenzó a observarlos como actores importantes en el mantenimiento de los bosques tropicales, y a registrar una serie de interacciones ecológicas en las cuales están involucrados.
Reiteró que los macacos tienen una gran actividad social: hay alianzas, coaliciones, jerarquías, pero en los monos aulladores todo es más sutil, y no hemos podido discernir las claves de su sociabilidad. Son diferentes en ese sentido y, sin embargo, viven en grupos sociales, que son espacial y temporalmente cohesivos, crían a sus pequeños, y tienen relaciones de largo plazo. Realmente son sociables
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Los monos aulladores de manto son una especie en peligro de extinción y han sido poco estudiados. Dias refirió que las investigaciones en su entorno son muy antiguas, o proceden de otras latitudes. Y desde este instituto se busca enriquecer los trabajos que permitan conocerlos mejor. Para ello, trabajan desde dos enfoques: el primero, relacionado con el comportamiento de los animales en sus medios naturales, y el segundo, vinculado al efecto de la perturbación humana de los ecosistemas naturales en esta especie.
Desde estas dos perspectivas, han impulsado investigaciones en torno a la maternidad de las hembras de mono aullador, en las que analizan las relaciones madre-infante, para intentar entender si existe algo que se llama estilos de cuidado materno
. También indagan sobre la reacción de estos animales a sonidos de depredadores ya extintos en su entorno, para saber si son capaces de reconocerlos o no.
Se trata de simular sonidos de depredadores naturales de los monos aulladores en zonas donde todavía hay esos cazadores, y luego, en otras zonas donde ya no los hay, para ver si realmente existe un cambio en la capacidad de las presas de reconocer a sus agresores
.
El experto destacó que esta investigación es muy importante, porque si se reintrodujera el águila harpía en el hábitat de los monos aulladores, se convertirían en el desayuno, la comida y la cena, porque no las reconocerían como depredadores
.
El equipo del Instituto de Neuro-etología también realiza estudios sobre la dinámica de estos monos con la mosca barrenadora, conocida como moyocuil.
La importancia de esta mosca radica en que parece actuar como un regulador de las poblaciones de monos aulladores, que cuando están infestados de ella no se mueren. Pero si un individuo tiene alguna infección de otro tipo, o escasez de recursos alimenticios, además de una carga parasitaria alta, la probabilidad de que muera aumenta. Para una especie en peligro de extinción, como la especie objeto de estudio, es importante saber el impacto que puede llegar a tener esta parasitosis.
Dias concluyó que el equipo hace investigación básica; es decir, buscamos dar respuestas a preguntas que no sabemos contestar en este momento. Esa búsqueda del conocimiento nace de nuestra curiosidad innata; es nuestro motor
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