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Desde la trinchera del Partido de los Pobres

22 de febrero de 2024 00:02

Desde la trinchera: Brigada Campesina de Ajusticiamiento, Partido de los Pobres (BCA-PDLP) es un libro publicado recientemente por Editorial Huasipungo-Tierra Roja, dedicado a 24 mujeres que allí participaron, de las cuales siete están desaparecidas. Escrito por Pedro Martínez Gómez, miembro destacado de la BCA, nacido en Atoyac de Álvarez. Todo comenzó en la emblemática escuela Juan Álvarez por una demanda educativa que las autoridades guerrerenses, como siempre, escalaron hasta la masacre del 17 de mayo de 1967. De allí partió Lucio Cabañas y un pequeño grupo a El Ticuí para iniciar con las armas su lucha por la justicia.

El detallado relato que construye Pedro Martínez, a partir de documentos, registros de reuniones, remembranzas colectivas, recuerdos celosamente guardados durante años, conforman un indispensable aporte a la construcción de la historia necesaria de las luchas armadas. En Pedro confluyen, curiosamente, las vertientes extremas de las militancias de aquella época; por un lado, se incorpora al PCM, bajo el aura de Othón Salazar, y asiste a un curso para cuadros jóvenes en la URSS, a su regreso a México se suma a un comando del PDLP que operaba en Acapulco. Un PCM marcadamente antiguerrillas y una activa guerrilla-campesina-justiciera, estarán presentes en los debates con otras organizaciones que recoge puntualmente y sobre las que reflexiona. Un debate que sigue siendo actual y enconado.

El texto está bien redactado y engarzado. Pasajes evocadores de las caminatas interminables, la alta montaña, la escasez permanente, las emboscadas, los atajos, la lluvia torrencial; “con la selva pegada al cuerpo en caminatas inacabables”, dejaron el campamento de El Venado y caminaron hasta El Zanate rompiendo un cerco. Un relato salpicado de nombres mágicos como la Yerba Santa, Las Pascuas, El Posquelito, caseríos como El Suspiro, en el cerro de La Neblina, también El Porvenir, “en la alta montaña, con los extensos sembradíos de café, donde se escucha al cenzontle, el tucán y las urracas delatoras”, cerquita de donde proféticamente nació Lucio, y allí realizaron una expropiación hace exactamente 50 años al beneficio del Imecafé: se obtuvieron varias armas, algo de dinero y se realizó una asamblea interesante con los campesinos. Destaca la constante preocupación de mantener el contacto político-organizativo con los campesinos, la plena conciencia de que sólo así podrían avanzar.

Accedemos a documentos cuidadosamente resguardados, como el Plan de Trabajo, el Ideario del PDLP, comunicados, uno de ellos de puño y letra de Lucio, los tres famosos del secuestro de Rubén Figueroa. El orden del día de las asambleas, la participación en los caseríos, acuerdos internos, reuniones con las organizaciones armadas, o no, que intentaron construir la Organización Partidaria (OP) unitaria. Un valioso material que permite ver un devenir cotidiano con triunfos y derrotas, con aciertos y errores.

En la integración de la OP se dieron varias reuniones con diferentes grupos: el MAR, los Lacandones, la Liga 23 de Septiembre, también del Frente Jaramillista y el PCM. Las divergencias, recogidas puntualmente por Martínez, permiten ver que el frecuente problema de mezclar los elementos de carácter ideológico con los políticos, volvió y vuelve las discusiones en imposibles confrontaciones. El marxismo, asumido como dogma de la revolución proletaria, impidió, impide, ver la esencia de las relaciones de dominación en nuestros países subdesarrollados y neocolonizados. La ideologización teórica del proletariado como sujeto único revolucionario, esgrimido frente a organizaciones armadas compuestas por campesinos, pueblo trabajador, maestros rurales, no aportó nada más allá de la fractura de las organizaciones. Las visiones sobre la revolución cubana, sin considerar sus orígenes meramente antidictatoriales y de liberación nacional sólo llevaron a confundir el proceso en el inútil debate sobre el carácter necesariamente socialista de la revolución.

Certero, Lucio insistía en decir que “esta es una revolución pobrista”, se necesita ser pueblo para hacer pueblo organizado y responder a los que nos asesinan y explotan, “no es fácil hacer pueblo”; dejen a los teóricos allí en el pueblo a ver cómo le hacen. Cuba y el Che aportaron la convicción de que el sujeto histórico sería ese pueblo. Con leer el diario del Che se habrían evitado otro debate infructuoso sobre la traición del comunista boliviano Monje. Visto a 50 años, el libro nos remite al peso desmedido que ciertas concepciones impusieron, nutriendo los sectarismos.

El secuestro de Figueroa, “cuyo ensamblaje era de raigambre caciquil” que, como Pedro detalla, extendió todas sus mañas, intentando negociar, cooptar, comprar, amenazar y atemorizar, resultaron infructuosos, pero representó finalmente un reto demasiado pesado. El cacique decía: “No habrá liberación de presos políticos, todos están muertos”, “me corto el cuello si EU permite otro país socialista en América, vendrán a rescatarme boinas verdes, perros, expertos en contraguerrilla y la CIA”. Era el mejor momento de la guerrilla, un centenar de combatientes, muchos pueblos apoyando y, sin embargo, fue su final. Este relato preciso de cómo y por qué se desintegró, cómo llevó al asesinato de Lucio y tantos otros, el dolor de saber la derrota y sus consecuencias se refleja en las líneas finales de Pedro Martínez, quien vivió tantísimos años resguardando este valioso patrimonio que ahora comparte.

*Investigadora de la UPN.

Autora de El Inee



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