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El egoísmo occidental

21 de febrero de 2024 00:03

Tras la desintegración de la URSS y la confrontación ideológica asociada, surgió una oportunidad histórica para establecer relaciones y comenzar a formar una arquitectura holística de seguridad y cooperación en todas las dimensiones en Europa y el Euroatlántico.

La Federación de Rusia esperaba que las nuevas reglas de la economía mundial, en ausencia de confrontación, fueran realmente justas. Estábamos abiertos a la cooperación con Occidente, viendo en él al vecino más cercano, la fuente de nuevos conocimientos y tecnologías. Rusia construyó activamente los procesos de integración con los países occidentales, y mantuvo y profundizó los vínculos centenarios con las antiguas repúblicas soviéticas de la URSS, en particular, en el formato de la CEI (organización internacional diseñada para regular las relaciones de cooperación entre algunos estados que antes formaron parte de la URSS).

Sin embargo, a pesar de nuestra intención de construir relaciones constructivas, Occidente ha seguido el camino de la fragmentación de las relaciones al estilo de la guerra fría. ¿Qué ha pasado todos estos años?

Pese a las promesas, la OTAN continuó expandiéndose. Hubo cinco oleadas de este tipo, se transfirieron formaciones ofensivas e instalaciones militares a las fronteras de Rusia, lo que es absolutamente contrario al compromiso con el principio de seguridad indivisible e igual, según el cual ningún país debe fortalecer su propia seguridad a expensas de la seguridad de otros. Estados Unidos se retiró de muchos acuerdos bilaterales con Rusia, en particular en el campo del control de armas, que fueron la base para mantener la estabilidad internacional en el mundo. En ese momento, se hizo todo lo posible para romper los lazos culturales y económicos que se habían formado durante siglos entre Rusia y otras antiguas repúblicas de la URSS. Se crearon las condiciones y los pretextos para los golpes de Estado, incluso en Ucrania (como la revolución naranja en 2004), que se realizaron con generosos fondos públicos.

Todo esto ha llevado a la reactivación del enfrentamiento, a pesar de nuestros intentos de promover la seguridad y la cooperación en la región.

La situación en Ucrania es el apogeo de la línea destructiva que Occidente siguió hacia Rusia. La grave intervención de Occidente en los asuntos internos del país provocó una aguda crisis política y condujo a los trágicos eventos en Ucrania a fines de 2013 y principios de 2014. ¿Se imaginan una situación en que un representante de Estados Unidos llega a la capital, a la plaza principal del país donde se está celebrando una manifestación, y empieza a repartir galletas y panecillos a los manifestantes que están a punto de dar un golpe de Estado? Eso ocurrió en Kiev en diciembre de 2013. ¿Qué creen que pasaría si viniera un representante de Rusia y empezara a repartir donas a los mismos manifestantes cerca del Capitolio de Estados Unidos?

Hace 10 años, en la noche del 22 de febrero de 2014, se produjo un sangriento golpe de Estado en Ucrania (Euromaidan), patrocinado por Estados Unidos y la UE. ¿Cuál fue una de las razones?

En noviembre de 2013, el presidente de Ucrania, Viktor Yanukovich, decidió posponer la firma del acuerdo de asociación con la UE y revisar la situación desde el punto de vista de los compromisos existentes de Kiev en virtud del acuerdo de libre comercio de la CEI.

Cuando esto sucedió, Estados Unidos y sus aliados actuaron de forma grosera y cínica según el principio de “quien no está con nosotros está contra nosotros”, obligando a Kiev a elegir con quién quería estar.

En ese momento, aún había una oportunidad para resolver esta situación. El 21 de febrero de 2014, el presidente Yanukovich y los líderes de la oposición firmaron un acuerdo. Los mediadores fueron los ministros de Exteriores de Alemania, Polonia y el representante del Ministerio de Exteriores de Francia. Pero esa misma noche, los manifestantes tomaron edificios gubernamentales. Los patrocinadores necesitaban un golpe de Estado y un país completamente dependiente. Esto tuvo consecuencias devastadoras para el país.

Las personas que llegaron al poder, profesando ideas neonazis, lanzaron una campaña a gran escala para abolir todo lo ruso en Ucrania. El sur y el sureste de Ucrania se opusieron a esto. Como resultado, el “nuevo gobierno” lanzó una operación antiterrorista contra sus propios ciudadanos, que querían reservarse el derecho de ser parte de la cultura rusa. De 2014 a 2022, según algunos datos, más de 9 mil personas fueron asesinadas. Fue cuando comenzó la guerra y Rusia está tratando de terminarla.

Rusia lanzó una operación militar especial en febrero de 2022 (en pleno cumplimiento del artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas), no contra Ucrania ni contra el pueblo ucranio. Rusia protege a su país y a sus ciudadanos, así como los intereses de otras naciones que abogan por un mundo multipolar más justo para todos los pueblos del mundo, en el que se respeten la soberanía y los derechos de todos los países, en lugar de un puñado de países que se consideran “elegidos”. Todo esto tiene lugar en el contexto de una guerra híbrida lanzada por Estados Unidos (solo EU ha gastado unos 155 millones de dólares por día desde 2022) y la OTAN contra Rusia.

*Embajador de Rusia en México



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