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Despertar en la IV República

18 de febrero de 2024 08:23
La presencia de observadores electorales ha servido en nuestro país para dar certeza a las elecciones con la finalidad de que sea respetada la voluntad ciudadana. En México, esta figura comenzó a ser visible en las elecciones de Chihuahua de 1986, donde desde el gobierno de Miguel de la Madrid se montó un operativo para orquestar un fraude electoral contra el PAN.

Era tal la efervescencia política, que con un grupo de amigos, entre ellos Jaime González Graff y Teresa Franco, viajé a Chihuahua, donde constatamos la enorme popularidad de Francisco Barrio Terrazas, del PAN, y las maniobras realizadas por Gobernación para imponer al candidato del PRI, Fernando Baeza Meléndez. Fuimos testigos de que en la capital los opositores estaban unidos, empresarios, clérigos, militantes panistas, representantes del PSUM, como Antonio Becerra, contra la imposición.

Nuestra presencia fue incómoda para el régimen, porque no sólo estuvimos el día de la jornada electoral, sino que días antes viajamos para informar sobre las tropelías que se orquestaban. Cada uno se financiaba con fondos privados y eso servía para garantizar la objetividad de nuestros reportes difundidos en la prensa, aunque tuvimos que enfrentarnos a la censura y la crítica. En mi caso, fui ampliamente criticado en los círculos de La Jornada, donde publicaba mis crónicas, porque en el ambiente de izquierda no era bien visto defender al candidato panista. Como observadores electorales vivimos diferentes hostilidades por señalar las irregularidades, incluso el día de las elecciones llegó un grupo armado a amenazarnos. Posteriormente, mi actividad como observador electoral fue más activa, incluso fui a otros países. Estuve en la elección presidencial de Estados Unidos de 1992, cuando compitieron Bill Clinton y George H. W. Bush, en estas elecciones pude observar un gran orden, a diferencia de las elecciones mexicanas de ese entonces.

La figura del observador electoral ha evolucionado. Hoy en día se cuenta con marcos jurídicos que regulan su actividad, recursos financieros para apoyar su desempeño y organismos internacionales que envían observadores a los procesos electorales. En México, el mayor desafío para la observación electoral es mantenerla objetiva, ya que si los observadores tienen una tendencia, y son favorables al punto de vista de la oposición o del régimen, sus trabajos serán puestos en duda y no abonarán a la consolidación democrática del país.

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