Las Vegas. Taylor Swift está en todas partes. Cada movimiento y pestañeo suyo es un titular para la prensa de Estados Unidos. Casi dos años después del inicio de su carrera, la reina de la música pop logra lo que ningún otro artista había alcanzado en años recientes: ser el punto de atención de la gran final del futbol americano de la NFL por su romance con el ala cerrada de los Jefes de Kansas City, Travis Kelce. Y aún más, ser el ariete para la mundialización de un deporte profundamente arraigado a la identidad de ese país.
Después de su gira por Tokio, con la que originó una serie de cálculos meticulosos sobre el tiempo que le tomaría viajar a Las Vegas, la estrella de 34 años hizo su aparición al lado de la actriz Blake Lively, el artista Ice Spice y sus padres, Andrea y Scott Swift, horas antes del inicio del Supertazón 58 con la puntualida de un reloj suizo. Su llegada al partido se convirtió en una subtrama de la final. Si el juego era el la línea narrativa principal, Taylor protagonizaba otra historia con su propio guion.
“She did it! She did it! Taylor is here!”, gritaba un grupo de aficionadas con el jersey de los Jefes al mirar en la pantalla de sus teléfonos las primeras imágenes de la llegada de Taylor al Allegiant Stadium. Si su aclamado Eras Tour genera eventualmente unos 2 mil millones de dólares en ingresos, una fotografía de la cantante en Las Vegas, vestida de negro, con una chaqueta roja y un dije colgado del cuello mostrando el número 87, de Kelce, alcanza una nueva dimensión en las principales cadenas estadunidenses.
Su imperio creciente en la música genera el mismo impacto en la gran fiesta de la NFL. “Me encantaría decirle que este es el mejor momento de mi vida”, dice una pequeña de no más de 10 años, con múltiples pulseras en la muñeca, caminando junto a sus padres. Si Taylor ilumina la noche en el Supertazón, mucho se debe a la ayuda que recibió del gobierno de Japón para recorrer a tiempo más de 5 mil 500 millas de distancia como si se tratara de un asunto de estado.
Parece absurdo, pero si Kelce cobró el relieve de popularidad que tiene en este momento fue gracias a la figura de Taylor. La superestrella pop ha beneficiado como nadie tanto al ala cerrada y a la NFL, pero cumple un rol secundario y casi accesorio en el discurso del gran aparato de comercialización. Es la chica bonita enamorada del atleta, aunque la realidad es otra. Ella es el verdadero motor, la catapulta que le dio a este Supertazón un impacto que sobrepasa lo que ocurre en el emparrillado.