Te odio y te quiero, Cariñito azucarado, Total o Ausencia son piezas del cancionero de Latinoamérica: postales de amor, entre otros sentimientos, en boleros que fueron interpretados por una voz única, la de Virginia López, a quien se conocía, desde los años 50 del siglo pasado como La voz de la ternura o Señorita sentimiento.
Dolores Virginia Rivera García, nombre real de la neoyorquina de origen puertorriqueño, fue intérprete de esas misivas que los enamorados de otros tiempos –y aún en la actualidad– hicieron suyas.
Virginia López, una de las primeras mujeres en triunfar en un género dominado por hombres, falleció el pasado 3 de febrero a los 95 años, aunque hasta ayer se dio a conocer la noticia del deceso. Lo hicieron el Instituto Bolero México y la Asociación Nacional de Intérpretes (ANDI).
Patrimonio inmaterial
Se erigió como artista reconocida en el continente en la década de los 50, época de florecimiento del género que, por cierto, en la actualidad es considerado por la Unesco patrimonio inmaterial de la humanidad.
Según la Fundación Nacional para la Cultura Popular, que difundió su biografía, Virginia vivió en el seno de una familia puertorriqueña en Nueva York, muy chapada a la antigua
, respetuosa de sus tradiciones. Se dice que a los cinco años ya le gustaba cantar.
Fue en los primeros años de la década de los 50 cuando debutó en el mundo artístico. Inicialmente grabó un disco, de manera no profesional, con Luis Lija, popular guitarrista de la época, pero su auténtico inicio profesional fue cantando a dúo con Chago Alvarado, integrante y compositor del Trío San Juan. Este primer intento de Virginia en el arte se conoció como el Dueto López Rodríguez. Grabaron unos 10 discos que tuvieron gran aceptación.
Destacó su paso por la orquesta de Enrique Jorrín. Su vínculo le permitió introducirse en nuevos ritmos y estilos. Impactó de igual modo tras unirse temporalmente a la Orquesta Anacaona, reconocida agrupación cubana compuesta íntegramente por mujeres, con las que viajó por muchas latitudes.
No sólo brilló en los escenarios, donde verdaderamente se medían los artistas, sino también en la industria, grabando las piezas que aún resuenan en todo el continente. Sus álbumes también incluyen Ya la pagarás, Tus promesas de amor, Por equivocación y Tú me perteneces, entre otros temas. En el cine, participó en la película Amor libre (1979), donde interpretó el bolero Tan lejos.
Su vida fue un destello de amor por el arte musical. Desde sus inicios hasta su consolidación como leyenda en América Latina y más allá, Virginia López logró conectar con audiencias de diferentes generaciones, manteniendo vivo el espíritu de ese género musical.
Su deceso representa el cerrojazo de un capítulo en la historia del bolero. Hasta el momento, familiares y organizaciones como el Instituto Bolero México no han revelado las causas del fallecimiento; sin embargo, desde hace muchos años se había mantenido lejos de la vida pública.
Sus dos primeros éxitos internacionales, Tan lejos y Cariñito azucarado, la colocaron definitivamente en el gusto del público de todo el continente, pero su gran golpe de suerte se dio a mediados de los años 50 en México. Así, cuando sus grabaciones comenzaron a difundirse en el país a través de las ondas radiales, Virginia tardó dos años en llegar a suelo nacional. El 31 de julio de 1957 por fin llegó, y se dice que, con tan sólo telefonear a un periódico, y decirle ya estoy aquí
, comenzó a vivir el proceso que la llevó a la consagración total como artista.
Los mexicanos bautizaron a Virginia López La voz de la ternura por los dulces matices de sus interpretaciones. Cumpliendo con innumerables contratos, la cantante cautivó a sus auditorios y colocó numerosas canciones en el gusto del público. Firmó para el sello RCA Víctor y México se convirtió en su plataforma de lanzamiento a Latinoamérica, así como a algunos países de Europa y Japón.
Incursionó con mariachis
También grabó con mariachis, orquestas, conjuntos, así como con su inseparable Trío Imperio. De ahí que, al cierre de la década, fuera distinguida con el Discómetro de Oro en México, mientras en Puerto Rico se le otorgaba un premio del Festival de Codazos en 1958.
En la década de los 60 atravesó un periodo de silencio. En medio de todo el apogeo del movimiento de la Nueva Ola en América, la cantante se distanció por un tiempo de los medios de comunicación.
No obstante, el 31 de julio de 1972, 15 años después de su primera llegada a la capital del país, se rencontró con su público local, y volvió a incursionar en el mundo del disco, anotándose numerosos aciertos. Tras cumplir numerosos compromisos en diferentes escenarios de Latinoamérica y Estados Unidos, la artista hizo mutis en el quehacer musical.
Regresó a su natal Puerto Rico, donde se mantuvo alejada del mundo del arte y donde finalmente reposan sus restos.