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Al ataque, constitucionalistas

07 de febrero de 2024 00:03

Sonó la trompeta de alarma y, en seguida, salieron presurosos y bien armados los defensores del pasado.

Esta vez el motivo es finalista y profundo. Un odiado Presidente de la República intenta modificar a profundidad la Constitución que nos rige. Poco les importa, en verdad, los renglones y contenidos de ese famoso texto nacional a corregir. Hay que ir, en masa y con fiereza contra todo lo que propone. Desea, interpretan, adueñarse del país, modelar su naturaleza, ser un dictador, claman sus voces de congoja, coraje y sentimiento. Es imposible hacerse a un lado, tal y como lo hicieron en el pasado cuando tantas veces se modificó ese mismo texto.

Es que ahora –dicen airados– lo piensa moldear a su íntima y personal conveniencia y gusto. Un algo contrario a los auténticos sentires de la nación. Dictados por su muy particular prioridad popular. Inmerso en autonombrarse intérprete de la voluntad y el espíritu del pueblo, ha decidido pergeñar un paquete de cambios que atentan contra ese mismo texto básico. El diseño jurídico de la nación será distinto a lo conocido, a lo acordado, una puñalada trapera al espíritu impregnado desde 1917. Tales son las inapelables sentencias y condenas que lanzan sin miramientos que valgan.

Y ahí van en tropel tras lo que, piensan, aún queda de la institución presidencial. Le han dado tantos golpes a su figura –los creen certeros– a su imagen de gobernante, que ya sólo le quedan girones de legitimidad. AMLO no se ha contentado con sabotear la estabilidad sistémica de todo el entramado construido durante años, proclaman en sus textos atiborrados de precisa sabiduría. Él ha permitido, aseguran con tan graves voces, la destrucción completa del país. Los pedazos, de ese sistemático, severo e injusto y condenable golpeteo, los puede ver cualquiera. Así lo escriben y difunden cotidianamente para alarmar a sus oidores y lectores.

No han dejado pasar ni un momento de cualquier día para señalarlo. Ahí están, atentos y dispuestos al combate crítico, los guardianes de la verdad revelada de la que son fieles y celosos intérpretes.

Trepados en sus flamantes púlpitos, se yerguen, llevando a cuestas su mermada credibilidad. Quiere este Presidente “arrancarle a la Constitución aquello que la hace norma imperativa y dejarla como un texto inerte”, dicta, con su sapiencia atada al cuello, el iluminado crítico (J. S. H. M.) ahora tornado constitucionalista de gran calado (Reforma, lunes 5 de febrero). ¡Vaya populista!, resume con severidad.

“No hay, precedente en la historia constitucional mexicana de un proyecto de tan abierta anticonstitucionalidad.” Después de tan resonante sentencia para las letras doradas, el crítico ha desplumado toda iniciativa y se yergue soberbio ante la plebe. Se autonombra revelador de las torvas intenciones de devaluar e intentar someter a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y pretender la extinción de los órganos autónomos. Todo lo demás podrá ser cosa juzgada.

En efecto, algo o mucho de lo que se propuso al Congreso pretende adecuar la arquitectura legal al proyecto de transformación en curso. Tal y como hicieron los neoliberales durante la larga noche de su mando. Modificaciones que no fueron reclamadas por estos mismos adalides que se lanzan al ataque contra el destructor. Y no lo hicieron porque coincidían o empujaron los cambios que permitieron, y aseguraron durante décadas, el gobierno de la plutocracia para su íntimo y personal lucro.

En sus celebrados cambios para “salvar a México” insertaron todo lo necesario (y un tanto más) para la prevalencia y el protagonismo de los pocos, sin olvidar, claro está, los negocios masivos al canto. Pensar de una manera, aunque sea tentativamente más humilde, que lo que ahora se propone, lleva la consigna del beneficio popular es solicitar lo imposible. Menos aún pueden vislumbrar que este Presidente, al ir de salida, no pretende mangonear a su candidata. Tampoco quiere ser el poder oculto, impersonado por sus fieles seguidores. Simplemente, quiere asegurar la eficacia completa de las transformaciones iniciadas. Esas mismas que se empeñan no ver en parte alguna.

Ahí habrán de quedar en este Congreso presto a rechazar lo sustantivo que contiene el paquete de modificaciones necesarias. Junto, claro está, con su atenta disposición a la aprobación de lo que ya tachan de electorero.



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