Una consigna corea con fuerza entre los maestros de la CNTE que marchan inconformes sobre los caminos asfálticos de la Ciudad de México: “Aumento salarial o paro nacional”. Lo mismo se replica escuela por escuela, sobre actas de acuerdos que sellan el compromiso de suspender labores escolares hasta que haya una respuesta seria de la autoridad educativa, que hasta el momento sólo ha emitido palabras tan evasivas como indolentes frente a la realidad que circunda fuera de las oficinas de Donceles donde habita la burocracia de la SEP: se acabó el tiempo para ejercer el presupuesto.
Pero, ¿por qué la inconformidad? ¿Dónde quedó la revalorización del magisterio? ¿Qué pasó con la promesa de que ningún trabajador de la educación ganaría menos de 16 mil pesos mensuales? A unos meses de que culmine el primer gobierno federal de la cuarta transformación, las percepciones económicas del magisterio siguen encabezando las listas de los profesionistas peor pagados del país y los aumentos salariales se han calculado y comunicado públicamente de manera engañosa, por decir lo menos.
Primero, porque los aumentos sustanciales fueron sólo para los trabajadores de apoyo a la educación, con los que efectivamente había una deuda histórica y eso hay que celebrarlo; segundo, no se calculó el aumento para todos de forma equitativa, de manera que hay una disparidad injusta entre quienes ganan, por horas, menos de 16 mil pesos mensuales y también para los que perciben por tiempo completo o por horas más de esa cantidad y que no vieron reflejados incrementos importantes en su nómina; tercero, varias entidades federativas no incluyeron a los trabajadores estatales y, por lo tanto, abren una mayor desigualdad con los que dependen del techo financiero federal.
Es importante señalar que hay una intención dolosa cuando se anuncia que los docentes pasarían de recibir 12 mil a 16 mil pesos y nadie ganaría menos que eso, lo cual genera una percepción pública manipulada, porque no aclaran que son datos considerando impuestos descontados automáticamente de la nómina. Esto tiene que ser desmentido, no hubo aumentos generalizados de 4 mil pesos; actualmente, los maestros de primaria con una plaza base perciben un sueldo líquido, es decir, lo que llevan netamente a sus hogares libre de impuestos, entre 12 mil y 15 mil pesos mensuales, esto ultimo en regiones excepcionales consideradas zonas de vida cara.
Para contrarrestar esta desviación de información, el exhorto de los maestros de la Ciudad de México es muy inteligente: “Maestros, levanten y muestren su cheque o recibo de nómina”. Si los educadores son cabezas de su hogar y el principal sustento de una familia pequeña de cuatro integrantes, no alcanzan el estatus de clase media, según el Inegi, para eso tendrían que rebasar los 20 mil pesos mensuales.
Ahora, si tenemos en cuenta que el Coneval calculó el costo por persona de la canasta alimentaria recomendable para diciembre de 2023 en 2 mil 269.57 pesos en área urbana, pero sin considerar el costo de cocinar ni del gas, agua, luz, internet, educación, entretenimiento, vestido, transporte, renta o hipoteca; entonces, podríamos aseverar que esas mismas familias están en la línea de la pobreza.
Por eso es común en el magisterio la búsqueda de fuentes alternas de ingresos para mejorar la calidad de vida. Los gastos adicionales a los de la familia, que los docentes desembolsan para poder desempeñar la profesión, necesariamente incluyen la compra de material didáctico, desplazamiento a sus centros de trabajo, alimentos fuera de casa y, en ocasiones, la renta de un lugar para residencia laboral.
Para ejemplo, quien ahora les escribe recorre 45 kilómetros diarios de su casa hasta la escuela y otros tantos de regreso, destinando sólo para ese propósito 3 mil 300 pesos mensuales de su salario para combustible de un auto particular o, de otro modo, tendría que pagar un monto similar para renta de vivienda, si decidiera residir en la comunidad.
No se observa en los planteamientos del gobierno, en lo que resta del sexenio ni en los proyectos de los candidatos presidenciales para las próximas administraciones, una propuesta justa, sustancial y viable que logre resarcir décadas de injusticia salarial al magisterio.
La propuesta presidencial, que incluye la erogación de más recursos de las entidades federativas, es contraria a la realidad financiera de los estados, éstos, por el contrario, han demandado sistemáticamente mayores participaciones federales y, en algunos casos, se declaran en crisis deficitaria para sostener la nómina educativa.
¿No era justamente este problema por el que se prometió, pero que se incumplió con la federalización de la nómina? El panorama es complicado, se avecinan los tiempos electorales oficiales, en los que los maestros han mantenido una participación muy activa dentro y fuera de los partidos.
Empoderar a la derecha sería un grave error si ya conocemos las directrices latinoamericanas con las que regresan al poder, pero pretender incidir desde los institutos políticos o desde los movimientos sociales, sin una agenda propia de las demandas magisteriales, agitada en los espacios electorales o en las calles, no generará un cambio de rumbo en la ruta gubernamental y partidista del grupo en el poder, que hasta el momento no incluye medidas salariales emergentes ni equitativas, tampoco tiene presente abrogar los sistemas meritocráticos y competitivos que agudizan las desigualdades salariales y laborales de los maestros.
Doctor en pedagogía crítica
X: @levmx666