En 2013, cuando se empezaba a discutir la reforma energética de Enrique Peña Nieto, se llevaban a cabo miles de foros, exposiciones y mesas de debate sobre el tema. En todos los eventos, había un invitado que no podía faltar, el gobierno alemán. Ya sea como agencias de cooperación, bancos de desarrollo o cámaras de comercio, siempre estaban presentes. ¿Y, claro, por qué no iban a estarlo? Alemania era el modelo a seguir. Habían iniciado la transición energética, parecía que todo iba excelente. El sector privado estaba de acuerdo, la sociedad estaba de acuerdo, el gobierno, sólo se dedicaba a regular y a dar incentivos y subsidios para los ciudadanos y las empresas. Se decía la misma mentira que se dijo aquí en México “la energía va a ser gratis porque ya no vamos a usar combustibles”.
La voluntad política del gobierno alemán era “admirable”, el compromiso de la sociedad de cargar con el peso financiero, también. Cualquier crítica al modelo era respondida con insultos y descalificaciones. Era el ejemplo perfecto de que la soberanía no importa, la dependencia energética sólo existía en la mente de quien “no entiende el mundo”. La IP lideraba la transición y el Estado y los ciudadanos la pagaban. Pero, como ya sabemos, esto resultó totalmente erróneo. El modelo de dicho país se basaba en atar su suministro de energía a una potencia extranjera, porque “el gas que tienen es muy barato”, ignorar los desafíos técnicos de integración a las redes de las diversas tecnologías de naturaleza intermitente y carecer de una planeación total. El mercado se hará cargo, el Estado sólo debe pagar y subsidiar inversiones. Es decir, un modelo de transición energética que no era ni justo ni soberano.
En total los contribuyentes de Alemania habían pagado más de 500 mil millones de euros para financiar la transición energética de dicho país hasta finales de 2021. Una vez comenzado el conflicto ruso-ucranio, los costos de ese modelo de transición nada soberano ni justo, se vieron en realidad. Como bien se sabe, la independencia energética no importa hasta que importa. Una vez que se hizo realidad la desaparición del suministro de gas natural, conocimos el pésimo resultado del modelo alemán. La crisis energética de 2022 le costó 264 mil millones de euros (7.4 por ciento del PIB), pero el daño a la economía de dicho país es mucho más profundo. La economía se contrajo en 2023, siendo el único país desarrollado que cayó en recesión. Los precios de la energía se han duplicado y esto lo resiente la industria. El modelo alemán ha sido totalmente injusto. De acuerdo con un estudio publicado en noviembre de 2022, el modelo alemán ha incrementado la desigualdad y la pobreza energética de la población (https://bit.ly/3OlzXT5).
La producción industrial intensiva en energía cayó 20 por ciento desde finales de 2021. En total la producción industrial no ha recuperado su nivel prepandemia y tiene una trayectoria descendente. De acuerdo con Deloitte, 67 por ciento de las empresas alemanas ha iniciado la relocalización de sus actividades, citando como principal problema los altos precios de la energía. Ahora se piden masivos subsidios de 12 mil millones de euros al año para mantener la industria en el país.
Dentro de todo esto, recientemente se ha “celebrado la reducción de emisiones de dióxido de carbono de Alemania en 2023”. La realidad es que el consumo de energía eléctrica se ha desplomado. En 2023, se consumió la misma cantidad de electricidad que en 1978, la cantidad de energía limpia se redujo en 10 teravatios-hora y tiene niveles similares a los de hace 10 años. Esto se sabe que afecta la calidad de vida de las personas. De igual manera, de acuerdo con Bloomberg Econmics, la perspectiva de crecimiento de Alemania para el periodo 2024-29 es de apenas 0.3 por ciento. Sin el gas natural barato de Rusia, ahora se encuentran atados al gas natural licuado de Estados Unidos y/o Qatar.
La inflación, desigualdad y alto costo de la vida se traducen en una pérdida de la confianza del público en la transición energética. De acuerdo con un estudio del instituto Norstat de Dinamarca publicado el 8 de diciembre de 2023 (https://bit.ly/42jXN7x), 43 por ciento de los alemanes no tiene una buena imagen de las energías renovables ni de la transición. Esto muy por arriba de 2013 cuando casi 90 por ciento las apoyaba. La principal causa de esta pérdida de confianza es que durante años, los “expertos” (vendedores) mintieron al público diciendo que la energía iba a ser gratis. La población sólo experimenta tarifas cada vez más altas. Ahora la AFD, (la extrema derecha) es la segunda fuerza en las encuestas y tiene una intención del voto de 25 por ciento, capitalizando el descontento social.
Lo curioso es que ahora nadie en México menciona a Alemania. Los “expertos” que impulsaron la reforma de Peña Nieto hacen como que no existe ningún problema y siguen impulsando el mismo modelo que condenó a ese país a la crisis presente y futura que experimenta. Es imperativo que México aprenda de los errores y genere un modelo de transición energética que sea justo, soberano, liderado por el Estado e implementado por empresas estatales fuertes. Que no nos pase lo mismo.
*Maestro en finanzas en el sector energético por la Universidad de Edimburgo. Especialista en temas energéticos.
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