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El proceso de un artista no es permanecer igual, sino transfigurarse: Daniel Lezama

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Tríptico ‘Conductores’, de la serie ‘Dispositivos’ (2012 y 2016). ©Daniel Lezama 2024. Foto José Rodríguez / cortesía de la galería
30 de enero de 2024 08:45

Ciudad de México. En Velo y alquimia: Early Works by Daniel Lezama (Obras tempranas de Daniel Lezama), el pintor presenta un lado suyo que es tan viejo que es casi nuevo. En la exposición, a inaugurarse el 6 de febrero en la galería Hilario Galguera, se contrapone la serie pictórica El velo de Maya, realizada entre 1996 y 1997, con el tríptico Conductores (2016), de la serie Dispositivos (2012-2016). También se incluye la pintura Adán y Eva (1995) y otra correspondiente a una microserie de transición hacia El velo de Maya titulada El desplazamiento (1996).

La primera vez que Lezama exhibió El velo de Maya fue en el Centro Cultural San Ángel. La serie se descolgó y se guardó porque coincidió con una etapa de evolución muy rápida en mi trabajo. Entonces, no era tan fácil enseñarlas simultáneamente, debido a que seguí con algo muy diferente en términos formales y técnicos, una propuesta más académica, hacia 1999-2000.

Después de la muestra del Centro Cultural San Ángel, el artista exhibió en la galería de Nina Menocal vislumbres de este proceso que comprendía el cuadro La muerte del Tigre de Santa Julia. Es decir, “esos escenarios mucho más naturalistas, donde empieza el tema de lo mexicano. Entonces, quedó un poco atrás la serie El velo de Maya, que es más experimental, a la manera de una declaración de principios de inicio de la carrera de un artista”.

Anunciaba un compromiso total con la pintura, dice Lezama (Ciudad de México, 1968) a La Jornada. Son cuadros “muy matéricos, gestuales y, a la vez, muy académicos. Hay una paradoja en el sentido de hacer un trabajo con intenciones académicas; sin embargo, con una metodología moderna. Había pintura gestual, óleo haciendo dripping en la tela, mucho trabajo en espátula, veladuras muy intensas. Todo esto, además, con la intención de presentar un tema: el velo de Maya, que era la versión brahmánica de la ficción, que es el velo que nos oculta la realidad, sin cuyo apoyo no podríamos verla. Es decir, lo que nos permite vivir con la verdadera vida es la ficción. Es una cosa inicial, muy primaria, esencial, en mi trabajo. Es una apuesta por la ficción versus la realidad”.

Las obras de la serie estuvieron almacenadas en el estudio de Lezama en la calle de Luis Moya. Al dejar el espacio en 2022 fueron llevadas a la galería de Hilario Galguera así como estaban, cubiertas de polvo, con tierra. Era como arqueología recuperarlas, aunque a la vez extremadamente atractivo, porque al revisarlas nos dimos cuenta de que teníamos allí un tesoro, señala Lezama.

En la exposición individual que el artista tuvo hace un par de años en el Museo de Arte Moderno, dos obras de la serie se incluyeron en el bloque inicial del recorrido, ya que el curador Érik Castillo pretendía mostrar las similitudes en diferentes etapas temáticas. La idea de contrastar la serie El velo de Maya con el tríptico Conductores fue de Hilario Galguera y de Víctor Mendoza, nuevo director de la galería. Al hacerlo, las obras adquieren otras lecturas.

De acuerdo con Lezama, “todos los personajes son de alguna forma protagónicos, universales, dentro de un espacio, que podemos llamar artificial, en cada uno de ellos. Es decir, tanto en El velo de Maya, como en la etapa del tríptico, las figuras tienen la función de representar el género humano, no individuos específicos, aunque sí a la vez. Siempre es la paradoja de ser universal, pero también particular. Ir de lo extremadamente universal a lo extremadamente personal”.

–Contrastar dos etapas, ¿qué dice de su búsqueda actual?

–Para mí, este contraste es relevante en esta época, porque vivimos en una era en la que la reconocibilidad de una obra por el público es una especie de paradigma. Actualmente, hay que reconocer que es el artista fulano de tal por medio de ser igual a sí mismo. En la presente exposición demostramos inequívocamente que puede ser el mismo y a la vez diferente. El proceso de un artista no es quedar igual, sino transformarse, transfigurarse y seguir existiendo. Es una lección que no se da mucho hoy. Las jóvenes generaciones deben entender que uno puede ser un artista a los 25 o 30 años de edad, y otro que es el mismo, a la vez que distinto, a los 55.

“De entrada, tenemos que considerar que el artista es un ser en constante evolución, no un objeto de consumo que tiene que mantenerse igual e identificable el branding (estilo o sello), el artista, no. El arte es un proceso orgánico. Siempre he estado en evolución, aunque se reconoce mi pasión por la figura, por los escenarios verosímiles, creíbles pero no realistas. Fuera de eso, todo ha cambiado siempre. Mi trabajo ha estado en constante evolución.”

Lezama siente que esa evolución fue muy rápida, como pasa con un artista joven que está en constante búsqueda de identidad y de un tema al cual ser fiel. Empezaba y tenía mucho que decir. Tenía que descubrir la forma de que el marco técnico de la obra respondiera a mis necesidades de crear imágenes. Este proceso duró de 1995 a 2002. De un año para otro, las cosas se transformaron, tanto la técnica como la superficie del óleo.

La exposición Velo y alquimia: Early Works by Daniel Lezama se inaugura el 6 de febrero a las 16 horas en la galería Hilario Galguera (Francisco Pimentel 3, colonia San Rafael). Permanecerá hasta el 16 de marzo.

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