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Rodrigo Ímaz vindica el valor cultural de la tortilla en ‘Fuera de lugar’

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Tlaxcala ha sido uno de los centros de mayor rescate de los colores, formas y sabores del maíz, refirió Ímaz en entrevista. Foto cortesía del entrevistado
26 de enero de 2024 10:04

Ciudad de México. Comales, metate y tortillas de maíz grabadas como las figuras de un balón de futbol fue el itacate que el artista Rodrigo Ímaz llevó al Museo de Arte de Tlaxcala para inaugurar su exposición Fuera de lugar. Tlaxcala ha sido uno de los centros de mayor rescate y preservación de las diversidades de colores, formas y sabores del maíz. Entonces, qué mejor contexto que ése para reivindicar nuestra masa madre y hablar de la gran pelota que es nuestro planeta con su crisis ambiental, cuenta el creador mexicano.

“Ahora sí que sin maíz no hay país, y es el principio alimentario de nuestro pueblo desde hace milenios. Con la condición, además –eso me lo enseñó mi abuela Montserrat (Gispert)–, de que el maíz no fue producción de la naturaleza, sino una planta hibridada por los humanos hace casi 10 mil años al juntar una vaina con una mazorca.”

Ímaz recuperó 100 balones de futbol y los convirtió en contenedores de plantas. La instalación Balón ponchado se exhibió por primera vez a finales de 2022 en el Antiguo Palacio de la Autonomía, en el Centro Histórico.

Pasaron muchos años para que yo tomará en serio que los balones eran una pieza; primero eran cinco balones con plantitas que yo tenía en mi estudio. Eso fue evolucionando y eventualmente en el contexto del Mundial de Futbol en 2022 me puse a recolectar más balones ponchados. También, de alguna manera muy poco evidente, es un homenaje a mi abuela Montserrat, porque ella me enseñó todo lo que sé de las plantas, recuerda a la reconocida bióloga, fallecida en abril de 2022.

Era una manera de sembrar semillitas y brotar esquejes a partir de mi carrera frustrada de futbolista. Y, por otro lado, homenajear esta parte botánica que aprendí de ella.

Tlaxcala ha sido uno de los centros de mayor rescate de los colores, formas y sabores del maíz, refirió Ímaz en entrevista. Foto cortesía del entrevistado

El día de la inauguración en el museo en el centro histórico de la ciudad de Tlaxcala, el pasado martes, se armó una comilona muy conmovedora, porque llevé tortillas ceremoniales estampadas y el museo puso guisados, además de bebidas tradicionales, como agua de barranca, que es una especie de tejate con cacao. Se hizo una cosa muy bonita que entiendo como nuestra cultura; nosotros comemos y compartimos nuestra cultura, ya después está el arte, relató en entrevista el pintor y grabador, quien anunció que la próxima parada de sus balones será en los jardines del Museo de Arte Moderno, en Paseo de la Reforma.

“Balón ponchado primero circuló alrededor del Templo Mayor, en el Antiguo Palacio de la Autonomía, luego fue el Centro Cultural de España, que está justo enfrente del gran juego de pelota de Tenochtitlan; entonces el contexto que le dimos fue el de esta cancha”. Sobre la calle de Guatemala se instalaron unos medios aros del juego ceremonial, se convirtieron en porterías de una cascarita que tomó lugar sobre lo que alguna vez recibió a los guerreros mexicas y se hicieron torneos informales de balompié.

Luego, se trasladó a la Casa Universitaria del Libro, con un vestíbulo muy bonito con piso de mármol, donde se transformó el sentido de la pieza. “De ahí cambió de juego, y Fuera de lugar llegó a Tlaxcala. En este ámbito se llama ‘estrategia de arte específico’; es decir, tomar las variables de cada lugar para darle un contexto referencial. Entonces, la etimología de Tlaxcala es lugar donde abundan las tortillas de maíz, de ahí la investigación de empezar a trabajar con la masa. Me puse a aplastar bolitas de maíz, intenté hacer un balón con la masa, lo cual fue un tremendo fracaso, ya que como material constructivo es muy malo, aunque como material alimenticio sea muy bueno”.

Luego, Rodrigo Ímaz descubrió en el pueblo de Tlalpan había un establecimiento donde hacen tortillas de tipo ceremonial, que es una tradición otomí. Se utiliza una matriz de grabado como de xilografía con una placa de madera, se entinta con un pigmento natural y la masa fresca se pone sobre ésta, queda estampada y luego simplemente se coloca sobre el comal.

Aquí ocurre algo milagroso, que no calculé: cuando la tortilla sale bien, se infla y recupera su naturaleza esférica. Todo este fue el contexto con el que llegamos al Museo de Arte de Tlaxcala, donde se instalaron los 100 balones y una mesa de trabajo con la masita.

 
 

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