Río de Janeiro. Luego de décadas de retrasos y presión, Brasil anunció el martes que, a partir de ahora, utilizará el término “favelas y comunidades urbanas” para designar a los miles de vecindarios urbanos pobres, en lugar del término anterior, “aglomeraciones subnormales”, considerado por muchas personas como estigmatizante.
Desde la década de 1990, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) comenzó a utilizar el término “aglomeraciones subnormales” para describir los lugares con ocupación irregular y servicios públicos deficientes.
El término no sólo incluye a las favelas —comúnmente asociadas con vecindarios densamente poblados y situados en laderas de Río de Janeiro—, sino también a muchos otros vocablos que se emplean en todo Brasil, como grutas, tierras bajas, casas sobre pilotes y otros, donde residen millones de personas.
El cambio de nombre, anunciado en un comunicado, se produce después de un proceso de reflexión que comenzó en la década de 2000, y el IBGE realizó más de 20 reuniones internas y, después, algunas más con un grupo de consulta de expertos externos, de acuerdo con su coordinador geográfico, Cayo Franco.
El concepto de “subnormalidad” se refiere a las condiciones de vida de las personas, pero “muchas veces era interpretado como la condición de las personas mismas”, declaró Franco a The Associated Press en una videollamada. También era demasiado impreciso para representar la realidad.
Además, la palabra “aglomeración” trasmitía una imagen de personas apiladas una sobre otra, señaló Theresa Williamson, directora ejecutiva de un grupo de defensa de las favelas denominado Catalytic Communities. Pocos de estos vecindarios son recientes; están consolidados y fueron construidos durante generaciones con una inversión individual o colectiva, y a pesar de la negligencia crónica del Estado para proporcionar servicios de saneamiento, educación, infraestructura y otros.
“Usar un término peyorativo para etiquetar a una parte tan grande del país resulta totalmente contraproducente”, afirma Williamson. “Se requieren términos más matizados cuando se habla de sectores tan amplios de la sociedad, especialmente de aquellos que se deben adoptar y hacer participar en formas constructivas de manera que (el gobierno) pueda mejorarlos, en lugar de negarles cualquier valor”.
Renata Souza, legisladora del estado de Río, que nació y creció en la favela de Mare, que está situada junto a la bahía y es una de las más pobladas, señaló que su doctorado en comunicaciones y cultura le enseñó la importancia de las palabras, y celebra la acción del IBGE.
“La palabra ‘subnormal’ es algo que realmente me afectó porque da la idea de una aberración, de un no-lugar”, dijo a la AP en una llamada telefónica. “La nomenclatura se utiliza para consolidar prejuicios y discriminaciones”.
Souza trabajó como voluntaria para encuestar a los residentes de Mare para el censo del IBGE en 2000. “Para mí, era horrible tener que trabajar con esa palabra”, dijo.
En el proceso de realización del siguiente censo, una década después, la expansión del mapeo de las áreas históricamente desatendidas tomó prioridad sobre la consideración de un cambio en el problemático nombre, dijo Franco, el coordinador geográfico del IBGE.
“Así que se dejó para después. Pero creo que ahora se ha alcanzado un momento de madurez institucional y social en el que existe una representación considerable de esos territorios, asociaciones de residentes y grupos que incluso llevan a cabo investigaciones y generan estadísticas”, afirmó.
Señaló la reciente creación de una secretaría para las periferias en el ministerio de las ciudades del presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.
Según datos preliminares del instituto, obtenidos en el censo de 2022 y que fueron revisados por la AP a principios del año pasado, el número de personas que vivían en vecindarios que en ese tiempo eran denominados “aglomeraciones subnormales” aumento 40% desde el censo de 2010, alcanzando 16 millones de personas.
Franco señaló que el instituto ha identificado más de esas áreas con ayuda de las autoridades de las ciudades y de grupos de la sociedad civil; su población total se incorporará en los datos del censo de 2022 que se publicarán en el segundo semestre de este año.
El cambio de nombre no afectará los datos históricos del censo y, como antes, el IBGE dejará de considerar a las áreas como “favelas y comunidades urbanas” una vez que la mayoría de los residentes obtengan el título legal de sus propiedades o que estén disponibles todos los servicios esenciales.
El término “favela” tiene sus orígenes en el siglo XIX, cuando los soldados y antiguos esclavos que pelearon en la guerra de Canudos en el noreste de Brasil ocuparon una ladera en Río, que era la ciudad capital en ese momento, para presionar al gobierno para que cumpliera su promesa de proporcionarles vivienda. Los veteranos la llamaron Colina Favela en honor a una resistente planta floral que se encuentra en el noreste. Actualmente, el vecindario, situado en el centro de la ciudad, se conoce como Providencia.
Souza, la legisladora, indicó que el término subraya la lucha y la resiliencia de los residentes. “Se trata de una planta que crece en medio de la sabana brasileña y sobrevive sin agua y con muy poca exposición al sol”, dijo. “Es muy importante que recuperemos esa palabra”.
El término “favela” es muy utilizado en Río, pero no en otras partes de Brasil, por lo que el IBGE buscó añadir otro término general a la categoría. En una reunión realizada en septiembre con grupos de la sociedad civil en la capital, Brasilia, el instituto propuso la adopción de “favelas y asentamientos populares” y, tras varias conversaciones, fue descartado en favor de “favelas y territorios populares” o “favelas y comunidades urbanas”. Finalmente, el IBGE optó por el segundo.
“Hemos tenido idas y vueltas, pero fue positivo. Que hayamos hecho este cambio será positivo para el IBGE y para la sociedad brasileña”, indicó Franco. “Representa mejor lo que queremos mapear, y representa mejor lo que las personas deben comprender a partir de los datos”.