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Despertar en la IV República

21 de enero de 2024 09:06
Durante más de 70 años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue el poder hegemónico en México. Su antecesor, el Partido Nacional Revolucionario (PNR), fue ideado por Plutarco Elías Calles como una medida para garantizar la estabilidad política del país frente a la muerte de Álvaro Obregón, pasando, según Calles, de un gobierno de caudillos a uno de instituciones.

Más tarde, Lázaro Cárdenas transformaría el PNR en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), adquiriendo su carácter de organización corporativista, dividido en cuatro grandes sectores: obrero, campesino, popular y militar. En enero de 1946, el PRM, de la mano de Miguel Alemán, se transformaría en el PRI, nombre que conserva hasta la actualidad, aunque su fuerza política ha ido debilitándose.

El PRI tuvo aspectos positivos a lo largo de su historia, por ejemplo, antes de su creación había un completo caos nacional, pues decenas de fuerzas políticas luchaban violentamente después de la Revolución mexicana por acceder al poder. El PRI logró con Calles agrupar a estas organizaciones de diferentes ideologías y acordar el acceso al poder público a cambio de una pax priísta. De este modo, con la estabilidad política, el país logró un crecimiento económico conocido como el milagro mexicano y dio lugar a instituciones que hasta la fecha perduran.

En los sexenios priístas hubo situaciones muy negativas. Episodios de represión, como la matanza estudiantil de 1968, la guerra sucia, el conflicto zapatista y la persecución a sus opositores, son algunos. Además, no había una apertura democrática por lo que se carecía de una alternativa política real que pudiera defender los intereses de las minorías. Durante décadas el control del aparato estatal dio lugar a múltiples fraudes electorales, tanto a nivel nacional como local, lo que ocasionó una lucha por la democracia que parece apenas tener sus frutos en 2018. Todo esto dio lugar al declive del PRI que en 1997 perdió el control de la Cámara de Diputados y tres años después la Presidencia de la República.

El destino del PRI parece ser la decadencia o la muerte. Basta ver el número de estados que gobierna, sus afiliados a nivel nacional y su fuerza en el Congreso. Sin duda, tuvo buenos momentos y épocas muy complicadas. Quizá el error más grande de su dirigencia fue pensar que sería eterno.

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