Cuatro de cada cinco personas en pobreza extrema habitan en zonas rurales; y pese a que el espacio rural ha tenido diversas modificaciones, de entrada en su sector productivo donde hay más presencia de servicios e industrias, las categorías para identificar lo rural-urbano se han rezagado y con ello la oportunidad de focalizar la acción pública para reducir las desigualdades, exhibe una colaboración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida).
En México, la segunda economía más grande de América Latina y el Caribe, la delimitación de lo rural-urbano data de 1936 –antesala de la reforma agraria promovida por el presidente Lázaro Cárdenas–. El criterio que prevalece desde hace más de ochenta años se ciñe a la población. Para que un territorio se considere urbano debe tener más de 2 mil 500 habitantes, para que se identifique como rural debe ser habitado por menos de ese número de personas.
Los trabajos para definir una “nueva ruralidad” se concentran en la publicación “Nuevas narrativas para una transformación rural en América Latina y el Caribe”, elaborado por la Cepal y financiado por el Fida. En el texto se abordan nuevos indicadores y niveles de análisis para identificar los grados de “ruralidad” en los territorios –como la distancia a centros urbanos, el acceso a bienes y servicios, los tipos de ocupaciones predominantes y el uso del suelo–; y de inicio se elaboraron para México, Panamá, El Salvador, Costa Rica y República Dominicana.
“Lo rural está siendo invisibilizado”; de ahí la necesidad de índices alternativos de ruralidad que permitan buena clasificación y políticas más enfocadas, explicó Ramón Padilla, director del trabajo y Jefe de la Unidad de Desarrollo Económico de la Sede Subregional de la Cepal en México. “El proyecto busca reemplazar la narrativa dominante –reduccionista y marginadora– de las áreas rurales como estáticas y atrasadas, por otra que reconozca los desafíos y oportunidades de la nueva ruralidad”, agregó Rossana Polastri, directora Regional de la División de América Latina y el Caribe del FIDA.
70% de agua dulce a agricultura
Invitado a la presentación del libro, Víctor Manuel Villalobos, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, enfatizó que una visión productiva del sector rural pasa por incrementar la capacidad productiva en la superficie que hoy se tiene y hacerlo de la mano del desarrollo tecnológico. “No se vale seguir atendiendo la demanda progresiva de alimentos a expensas del incremento o de la ampliación de la frontera agrícola”, expuso.
A la par se requiere poner al centro el análisis de la sustentabilidad, sobre todo el de la huella hídrica. “En México y en el resto del mundo el 73 por ciento, 75 por ciento, del agua dulce es destinada para la agricultura y hay que ir haciendo una reflexión al respecto”, enfatizó.