El profeta del futuro de la clase obrera, que marcó el rumbo, “la línea correcta”, en el opúsculo ¿Qué hacer? (1901), en el que vaticinó un continuo proceso de proletarización en el sistema capitalista y también en el socialista hasta lograr la dictadura del proletariado, no podía prever que vivimos un capitalismo imperfecto, en los países que fuimos y seguimos siendo coloniales, y que sucede lo mismo en varios ejemplos del socialismo latinoamericano tropicalizado.
Qué hacer… cuando la clase obrera, el proletariado, abandona su fuente de trabajo y se convierte en emigrante. En busca de trabajo sí, pero también de mayores salarios, menor impunidad, mayor seguridad, mejores condiciones de un estado de bienestar.
Si algo ofrecía el socialismo era trabajo, salud y educación, y ahora podríamos añadir seguridad, pero la gente se va de Cuba, del modelo socialista más longevo de América Latina, y también de Venezuela, el más imperfecto, que no ofrece nada. La gente huye del modelo socialista y también del capitalista democrático, neoliberal y subdesarrollado.
La insularidad de Cuba le ha permitido, hasta cierto punto, controlar la emigración en un equilibrio precario, justo para dejar un resquicio de salida a los jóvenes disconformes y, a la vez, abrir la puerta a la llegada de remesas. El mecanismo que se usa ahora, antes fueron los balseros y los éxodos de Camarioca y Mariel, es un acuerdo con la dictadura de Nicaragua para que elimine el requisito de visa para los cubanos.
La fuga o viaje programado, se da por avión, en una ruta chárter entre La Habana y Managua. De hecho, no hay vuelos comerciales entre ambos países. Pero varias compañías ofrecen vuelos que salen de La Habana llenos y regresan vacíos, gran negocio para varias empresas de Miami y otros lugares que se aprovechan del tráfico de migrantes.
Hace más de una década los ecuatorianos soñaron con la utopía de ser ciudadanos del mundo y abrieron sus puertas y quitaron todos los requisitos de visa. Y llegaron las mafias con sus paquetes turísticos de Asia, África y otras partes del globo. El caso de Nicaragua es distinto, se trata de un negocio de la familia Ortega y de picarle la cresta al gobierno de Estados Unidos, que no sabe cómo contrarrestar.
De hecho, los vuelos chárteres han dado vida al moribundo aeropuerto César Sandino. Ahora llegan aviones de Puerto Príncipe con miles de haitianos, de Santo Domingo, Guyana y algunas islas caribeñas. Se trata de evitar el paso del Darién, en Panamá, que sólo puede hacerse a pie y es muy peligroso. La empresa chárter Sunrise se lava las manos y afirma que todos sus pasajeros cumplen con las reglas internacionales establecidas y que Nicaragua no les exige visa. Pero el gobierno sí exige cobros por ingreso a cada uno de los pasajeros, que pueden variar, dependiendo del hambre que tenga el funcionario.
La isla turística colombiana de San Andrés es también un recurso para evadir el Darién y llegar a Nicaragua. Los traficantes utilizan lanchas rápidas para llegar a la costa, pero el trayecto es largo y peligroso. Son 381 kilómetros y siete horas de viaje para llegar a Bluefields, en Nicaragua.
Nicaragua entró, en serio, al juego y el negocio del tráfico de migrantes, cobra a las compañías de chárter por el uso de aeropuerto, cobra a los migrantes al entrar, cobra a los que transitan o salen del país. Ahora hay vuelos de Marrakech a Managua para la migración africana. The New York Times afirma que en el año fiscal 2022 la Patrulla Fronteriza detectó a 13 mil migrantes africanos y que en 2023 fueron 58 mil. El principal grupo es de Mauritania, que también ha sido detectado por la Unidad de Política migratoria en México, con un número importante de detenidos.
Esta ruta ha sido denunciada ampliamente por periodistas, pero el gobierno de Estados Unidos ha hecho muy poco para controlarla. Últimamente ha impuesto sanciones a los operadores de los aviones, cancelando sus visas.
Pero las sanciones de Estados Unidos a los socialismos de viejo y nuevo cuño sirven de poco o nada. Más bien generan pobreza, desesperación, miseria, persecución y migración.
La migración se ha convertido en un arma política y económica y los países emisores la utilizan como moneda de cambio. Pero el caso de Nicaragua es diferente, se trata de un gobierno que fomenta y se aprovecha del tráfico de migrantes, amparado en su soberanía.
Los ojos del mundo estaban puestos en el Darién y, mientras tanto, miles de migrantes lo evitaban para acercarse a México desde Nicaragua y llegar a Estados Unidos.
La política del porrazo, al estilo Trump, podría ser una salida, funcionó con López Obrador. Pero los Ortega tienen poco que perder, ya han perdido hasta la vergüenza y no les importa nada. Por otra parte, saben que la última incursión en territorio americano fue para librarse del traficante de drogas panameño, Manuel Antonio Noriega. Y es muy improbable que se dé otra invasión para librarse de un gobierno que trafica con personas.
¿Qué hacer…?