Mexicali, Baja California. Esta noche, un manto incrustado de doloridas y brillantes piezas de chaquira vela nuestros sueños. Es el arte de Aronia, asesinada en la comunidad de Pozas de Arvizu, así se refiere el antropólogo Everardo Garduño al feminicidio de la gobernadora Cucapá en esta comunidad de Sonora.
La comunidad cucapá es resultado de un proceso de reorganización y revitalización cultural desarrollado por miembros de tres segmentos indígenas: los residentes de la margen occidental del Río Colorado en Baja California, los residentes del margen del rio en Sonora y aquellos que retornaron a México compulsiva o voluntariamente de Arizona, Estados Unidos, señala Garduño.
Aronia Wilson Tambo fue la segunda gobernadora mujer de esta nación ubicada en Pozas de Arvizu, en el municipio de San Luis Río Colorado, al poniente de Sonora y limítrofe con Mexicali, Baja California.
Aprendió a leer en el INEA en una comunidad donde no hay escuelas de educación preescolar ni secundaria, solo primaria.
Aunque los investigadores de la Fiscalía General de Sonora carecen de móvil, descartaron de inmediato el asesinato de Aronia por cuestiones de su representación como autoridad indígena, se inclinaron por asegurar que se trata de cuestiones personales y detuvieron a una persona.
En una entrevista realizada en Pozas de Arvizu, Aronia le confesó al antropólogo que los jóvenes ya no gustaban de hablar cucapá, que la mayoría consumía alcohol y drogas, que los insumos y víveres eran más baratos en Estados Unidos que en México e incluso la chaquira se compraban allende la frontera a 2 dólares con 50 centavos para confeccionar sus artesanías, una de sus actividades económicas.
Hija de cucapá de Arizona y de cucapá de Sonora, Aronia conoció las costumbres de su comunidad, entre ellas las danzas con las diferencias de cada lugar o los cantos. “Cuando alguien moría se cantaban cuatro canciones de El Pajarito, se crema al difunto en un funeral a donde solo entran cucapas, las cenizas se ponen en un botecito, frasco o bolsa y se entierra en el panteón. Antes no se ponían cruces ni coronas”, advirtió.
En Pozas de Arvizu solo hay 25 familias, “somos poquitos y es importante que estemos juntos como antes”.