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Desiderátum nacional y oposición

09 de enero de 2024 00:04

La República se debate en un desiderátum de años largos. Comenzó con una sorpresa. Julio, 2018: la elección, con amplio margen, de Andrés Manuel López Obrador. Siguió una gran celebración por parte de sus electores.

Las oposiciones habrán arrojado una furtiva lágrima. Las semanas comenzaron a transcurrir después de la toma de posesión en diciembre de aquel año, y ocurrió que el Presidente empezó a convertir en hechos el programa que había anunciado durante años. Y lo hizo con rapidez creciente y cada vez con mayor alcance y profundidad, orientado por su divisa “por el bien de todos, primero los pobres”. AMLO presidente se convirtió en el mayor activista detrás del desiderátum: era menester empezar a sacar de la pobreza y de la pobreza extrema a la mayoría de los mexicanos, en una economía que rondaba el duodécimo lugar del mundo por el tamaño de su producto interno. Y había que actuar con celeridad, que la carencia profunda de tantos no puede esperar.

En paralelo las oposiciones insultaban al Presidente cada vez más. No soportaban que su programa electoral se convirtiera en unos hechos de gobierno que lo afianzaban constantemente, retroalimentando su poder para hacer realidad su programa de gobierno. Los insultos se convirtieron en mentiras disparatadas, en diatribas delirantes, en invectivas mendaces cotidianas. Debieron echar mano de ideaciones locas que fueron volviéndose repetitivas. Mientras, las realizaciones en programas de beneficio social y en obras de infraestructura valiosísimas se dejaban venir en cascada. Las oposiciones lentamente se percataron de que no eran los dueños de México ni de los mexicanos. Habían actuado, por sexenios interminables, como si lo fueran. Por eso la herida no ha parado de hablar con tantas diatribas.

El hombre de pueblo, dicharachero, les había ganado la partida: insoportable. Si en algo es imperativo no perder el principio de realidad –la realidad de los hechos, no la de los relatos que se pretenden performativos– es en política.

La voz de las oposiciones sigue sonando igual, pero empeorando ahora que deberán enfrentar la elección presidencial de junio próximo. El pasado 5 de enero el junior X. González, escribió: “Sheinbaum es tan mala candidata –¿a alguien le cabe duda?– que no le va a añadir un solo voto a su coalición, que –en buena medida– depende del clientelismo presupuestal. Xóchitl en cambio, carismática y humana, le sumará muchos votos de indecisos, amlopentidos y abstencionistas a su coalición”. Tiene tan perdido el piso el junior, que es probable que crea lo que escribe. Toda la oposición dice creer que los programas de beneficio social son clientelismo.

La pérdida del norte es tan aguda que su candidata, Xóchitl, la candidata de la inteligencia artificial, aún no es claro que sea su candidata. Recordemos cómo fue destapada. La senadora se dedicó a la estridencia mayor que pudo imaginar, se disfrazó con una botarga de dinosaurio, se encadenó en el Senado, intentó por todos los medios (recursos legales incluidos) entrar a Palacio Nacional. Los medios se encargaron de que hubiera máximo ruido con el cuento de la indígena que vendía gelatinas. Los intelectuales Héctor Aguilar Camín, Jorge Castañeda, Jesús Silva Herzog (nieto), Guadalupe Loaeza, Leo Zuckerman y muchos otros participaron entusiasmados del destape. No era menester tener un programa de cara a las necesidades del país y de la sociedad real: sólo hacía falta “carisma efervescente”, que los medios creían estar creando, para tener candidata ganadora. Esos mismos intelectuales han iniciado el proceso para “bajarla” de la contienda, porque no da el ancho. Falta la voz de sus “partidos”.

El sexenio ha entrado en su recta final y en junio tendremos presidenta electa.

Estos meses serán los del segundo entierro político de las oposiciones. Con seguridad, ocurrirá en medio de un huracán desenfrenado de patrañas y calumnias, y libelos falaces ahora enderezados contra AMLO y contra Claudia, y de más piedras en el camino, como las que ponen en la Suprema Corte o en el Instituto Nacional Electoral. Los electores de Claudia, en tanto, serán testigos del huracán de las diatribas y de su origen. Y la elegirán como sabe incluso la mitad de los votantes potenciales de Xóchitl.

No en cualesquiera condiciones las mentiras con pretensión de performartivas (capaces de crear realidad) pueden tener éxito frente a los enunciados que describen hechos duros comprobables en la vida misma de los beneficiarios de los programas de gobierno (los que se ocupan del desiderátum fundamental de la nación). Por eso las oposiciones están en desventaja irremontable. Creen que un candidato carismático es suficiente, en lugar de contar con un programa nacional que supere el método de Morena para enfrentar ese desiderátum.

El desiderátum continuara ahí, sin remedio, porque la brutal pobreza y la desigualdad seguirán ahí, por mucho tiempo. Es lo bueno, desde cierto ángulo: hay camino por delante para continuar trabajando por el país y los de abajo.



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