Ciudad de México. La madrugada de ayer se realizó con éxito el lanzamiento del proyecto Colmena, misión organizada por la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés), en colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional. Es el primer programa originado en América Latina en formar parte de una misión espacial que llegará a la Luna.
El objetivo es enviar cinco microrrobots (de 12 centímetros de diámetro y una masa inferior a 60 gramos), desarrollados por científicos de la Facultad de Ciencias de la máxima casa de estudios, y un módulo de despliegue y telecomunicaciones, llamado TTDM, que suman un total de 600 gramos, y tienen dos objetivos hacia el satélite.
La misión Peregrine I de la NASA fue enviada con el cohete Vulcan Centauro, de la empresa estadunidense United Launch Alliance, desde Cabo Cañaveral, en Florida, Estados Unidos.
La intención principal es transportar a Viper, un pequeño róver o vehículo no tripulado, para analizar la cara oculta de la Luna. El desarrollo de la iniciativa corre a cargo de la empresa Astrobotic, cuyo contrato con la NASA asciende a 108 millones de dólares.
Es el primer proyecto de alunizaje en 52 años, desde el programa Apolo, en la década de los 60, y parte de un programa especial más amplio, cuyo objetivo final es preparar equipos de astronautas para la exploración espacial, específicamente para que arriben a Marte.
El despegue fue transmitido por Internet a través del sitio recién inaugurado NASA+ (www.nasaplus.gov) y por el canal de dicha agencia en su plataforma de YouTube.
Se espera que la llegada a la Luna sea el 23 de febrero, pues antes Peregrine I (con la Colmena mexicana en su interior) llevará a cabo tres rotaciones desde la órbita del satélite natural para obtener más datos sobre sus características.
La cápsula alunizará en la zona conocida como Bay of Stickiness (Bahía Pegajosa), terreno con pequeños montes, acerca de los cuales se teoriza que fueron generados por la presencia de cuerpos de agua; detectar si hay líquido es otro de los fines principales del programa.
El proyecto fue planeado por más de 16 años y consta de siete pasos; esta madrugada se lograron los primeros dos: el despegue del cohete Vulcan Centauro desde la Estación de la Fuerza Espacial de Cabo Cañaveral, y el cruce por los anillos de Van Allen, zona llena de partículas que se originan por el viento solar.
Posteriormente se espera que, tras uno o dos días terrestres en la superficie lunar, la cápsula libere a los microrrobots mexicanos para que puedan explorar y recabar ejemplares e información sobre el territorio; aquí es donde se iniciará formalmente el funcionamiento de los aparatos de Colmena.
Los pasos tres a siete se realizarán ya en la superficie, donde se utilizará un lanzador que arrojará los robots de Colmena, tras lo cual se recalibrarán e iniciarán sus recorridos para inspeccionar las condiciones del terreno.
Las pequeñas máquinas elaboradas en la UNAM cuentan con paneles solares, por lo que tras usar toda su energía, se intentará una reactivación en 14 días terrestres (dos lunares) después de su llegada.
Foto cortesía de la NASA
Reciclaje de tecnología
Tras funcionar otros 14 días terrestres, los robots serán desactivados y se prevé que puedan ser utilizados posteriormente para otros estudios.
En el proyecto Colmena, primero de su tipo en Latinoamérica, participaron aproximadamente 250 estudiantes liderados por el doctor en astrofísica Gustavo Medina Tanco, y fue desarrollado en el Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINX), del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.
“Toda la carga útil fue desarrollada en LINX y validada en una serie de pruebas largas y exhaustivas en México, primero, y en Estados Unidos después, cuando se integró a la nave Peregrine I y, finalmente, fueron montadas en el cohete Vulcan Centauro”, manifestó el científico.
Aseguró que ese trabajo es un éxito para el país, pues permitió la formación de aproximadamente 250 jóvenes universitarios de la UNAM, y también del Instituto Politécnico Nacional, de Chiapas, Guerrero, Puebla, Baja California, y otros lugares del país.
Técnicamente la misión mexicana enfrentó con éxito el reto de miniaturizar los sistemas robóticos, ya que nunca se habían creado equipos tan pequeños para operar en el espacio, lo que posiciona a México en el sector espacial a nivel internacional.
Viajar por el espacio es un riesgo, dijo, porque mientras se está en la Tierra, la magnetosfera protege a los equipos de las emisiones del Sol, pero una vez que se llega más allá de 65 mil kilómetros del planeta, la nave queda expuesta al material interplanetario, que suele ser muy agresivo para los sistemas tan diminutos como los micro robots.
De hecho, parte de la misión es indagar todos los problemas cuando se trabaja con tecnología hecha a una escala tan pequeña, que nunca se han hecho antes, donde no se pueden usar las estrategias habituales para protegerlos ni de los cambios de temperatura en el espacio ni de la radiación, como partículas ionizantes
, precisó.
Un aterrizador robótico construido por la empresa privada Astrobot intenta realizar el primer aterrizaje lunar suave de EU en medio siglo, luego de su lanzamiento a bordo del nuevo cohete Vulcan Centaur. Infografía Graphic News