Decíamos en el artículo anterior en este espacio de La Jornada que no vamos a contar con el apoyo del sector empresarial neoliberal en ninguno de sus rubros. A menos de que se den cuenta que las consecuencias de la dependencia energética perjudican a toda la población, incluidas aquellas empresas amantes del mercado libre.
Seguramente no entenderán tampoco que aun la clase pudiente se beneficia de la Cuarta Transformación. Y es así porque en una sociedad con mínima desigualdad, el comercio fluye, el dinero circula más rápido y el mercado será mayormente prometedor. Pero también las consecuencias de una población con menos necesidades ayuda al fortalecimiento de la educación energética, es decir, promueve un mayor entendimiento del uso racional de la energía.
Además de que, si avanzamos en la eliminación de la desigualdad, querrá decir que un mayor número de personas tienen mayor información y mejor educación formal y ambientalista.
La opinión anterior podrá no ser compartida por otros criterios; sin embargo, es lo que esperamos, que la consigna “primero los pobres” sea una medida que cada vez más involucre a un mayor número de personas para salir de la pobreza de todo tipo; aunque pertenecer a la clase adinerada no precisamente quiere decir que se tiene mayor información, educación y voluntad para equilibrar el uso de los recursos naturales, ya sean renovables y no renovables.
Para lograr la soberanía que nos permita obtener la cantidad necesaria de todos los hidrocarburos, los recursos mineros y otros complementos para abastecernos de la energía que necesitamos, es muy importante considerar todas las fuentes, no dejar fuera ninguna que pueda utilizarse en el futuro. No obstante, también es importante la revisión de todos aquellos contratos, acuerdos y condiciones que nos mantienen dependientes del abasto extranjero o de empresas privadas nacionales. Las complicaciones de la industria energética se presentaron desde que en 1901 el físico italiano Enrico Fermi creó en Estados Unidos el primer reactor nuclear.
El nombrado Chicago Pile-1 fue construido en esa ciudad como parte del proyecto Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial. Las controversias no desaparecieron durante meses, puesto que algunos integrantes de ese proyecto no estuvieron de acuerdo en construir la bomba nuclear, pero la efervescencia de la guerra los obligó a ceder.
La falta de información verídica y de una divulgación amplia y clara para todos los sectores de la población ha creado una falsa idea de la industria nuclear. Como fuente de energía limpia, todavía se tienen dudas. Tampoco se ha entendido del todo que el uranio sea el mineral principal para la obtención de electricidad, entre otros beneficios, lo que ha retrasado la aceptación de la industria nuclear en nuestro país.
Además de que el sometimiento de los contratos para la utilización de uranio enriquecido, por parte de los laboratorios estadunidenses, ha postergado el avance de la industria nuclear nacional. Nos han presionado con este tipo de mercado y obligado a cumplir diversos acuerdos amañados.
Cuando se llevó a cabo la consulta popular para conocer la opinión de la población acerca de la venta de Pemex, la respuesta fue masiva: “no se vende”, y en ese momento nos dimos a la tarea de informar más ampliamente cuál es la razón por la que debe defenderse la industria petrolera mexicana. De la misma forma deberá suceder con el reclamo al desarrollo de nuestra industria nuclear.
No sólo se trata de asegurar el derecho a contar con electricidad y otros beneficios industriales, sino también tenemos el derecho a la libertad de utilizar nuestros recursos naturales de la mejor forma posible. Recordemos que el avance de la ciencia física tiene que estar al servicio de la humanidad. Por lo tanto, no dejaremos de señalar los crímenes cometidos, en nombre de la democracia, de la libertad y del derecho a lo ajeno, por las políticas bélicas, por el gasto absurdo y obsceno desperdiciado en la industria de la guerra.
Ya son totalmente estúpidas las excusas para seguir torturando a la población víctima de refriegas políticas. Basta de exterminios de gente inocente, de sus culturas y de su futuro. El respeto a los derechos humanos tiene que ver, y mucho, con la soberanía energética y de la poco mencionada autodeterminación de los pueblos.
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