Para Emigdio Hernández, el viaje de hora y media que hizo con su familia desde San Andrés Totoltepec en Tlalpan al Zócalo y la espera de hora y media para recibir cada uno su porción de rosca de reyes valió la pena.
“Estaba rica, ya hasta queremos ir por más” dijo, rodeado de sus cuatro hijas, Evelyn, la menor, de 6 años, Julieta de 12, Bricia de 13 y Karineira de 16, y su hijo Henry de 12, mientras esperaban las piñatas después de comer el pan acompañado con cuartitos de leche que repartió el Gobierno capitalino para cerrar las festividades decembrinas y de año nuevo en el Zócalo.
Se repartieron 15 mil raciones de rosca y leche en menos de dos horas, el reparto inició alrededor de la 13:45 horas, unos 15 minutos antes de la hora programada por el “sol picante de invierno”, diría el jefe de Gobierno, Martí Batres al encabezar el acto, aunado a que a esa hora la multitud formada para espera el pan rodeaba por completo la plaza junto a la vallas metálicas que se instalaron para controlar el acceso a la plancha.
Se rompieron además 250 piñatas y se regalaron 35 mil libros, en su mayoría títulos infantiles de la colección: A la orilla del viento del Fondo de Cultura Económica (FCE), con el reto del director de la editorial, Paco Ignacio Taibo, que acompañó al mandatario capitalino, de demostrar la teoría de que se puede comer rosca y leer de manera simultánea, “en la mano derecha un pedazo de rosca y en la mano izquierda un libro”.
Como muchos de los títulos que, se trajeron correspondían a la colección Vientos del pueblo, con títulos como Magón, un anarquista en la Revolución Mexicana, fue necesario traer de las bodegas más títulos infantiles y de la meta de 20 mil que se iban a entregar, en total se regalaron 35 mil.
Y aunque Taibo había advertido a los “adultos con mentalidad de niño que se aguanten” hubo sí hubo mayores que se formaron como Ernestina, de 86 años, que recibió de manos del mismo Taibo el relato Mowgli y el ankus del Rey de Rudyard Kipling, porque le vio “cara de ansias de querer leer.
Doña Ernestina llegó al Zócalo de Ecatepec, estado de México, con su hijo Oscar Castillo y sus nietos, entre ellos Daniel, de 12 años quien dijo que le fue muy bien de Reyes en casa, le trajeron un Xbox, unos audífonos y un reloj.
Quisieron ir al Zócalo para ver cómo se ponía el ambiente con el reparto de rosca y “esta bien para los chavales”, y aunque aún no se formaban para la rosca, optaron primero por hacer fila en las piñatas.
Por la tarde-noche, la jornada de día de Reyes Magos en el Zócalo concluyó con la proyección de la película El último vagón, de cineasta Ernesto Contreras, en la que no faltaron las tradicionales palomitas de maíz para acompañar la función.
La proyección, prevista para las 18:30 horas, se anticipó también 30 minutos, con más del 80 por ciento de la 3 mil sillas que se instalaron ocupadas.