Esta noche es una epifanía, momento para una revelación. A quien la logra se le llama profeta. Nuestro año 2023 fue de epifanías, hubo auténticas revelaciones, también sueños, fantasías y mil chismes que crearon un ambiente mezcla de esperanza, zozobra, incertidumbre. Parece ya haberse revelado todo: presidencia, gubernaturas y congresos, muchos creyeron que debían ser llamados, pocos quedaron contentos y hubo fugaz hacia otras comarcas. Ahora el calendario político despierta nuevas esperanzas.
La siguiente epifanía será revelada mediante un doble acto de prestidigitación a cargo de la presidenta electa: uno será revelar la estructura del gabinete y otro decir quiénes lo conformarán. Partamos de lo que la lógica permite: la estructura del gobierno.
Esa premisa a su vez se basa en una exigencia, el Presidente debe estar bien cimentado.
Es facultad suya, artículo 89 II, nombrar libremente a sus colaboradores con restricciones que el mismo artículo marca, pero nada dice de la estructura. Los modelos de gobierno ya experimentados en sus tiempos rindieron lo que les fue confiado. Como arrastre acumulativo nuestro Poder Ejecutivo semejaba hasta ayer un sistema cósmico heliocéntrico, no sólo respecto de organismos centralizados, descentralizados y autónomos, sino además esa incuantificable gama de basura espacial poco explicable.
Ese enorme conjunto ha hecho torpe, lento y costoso al Poder Ejecutivo que debiera servir más y costar menos. Véanse ejemplos de dispersión e inutilidad:
1) Por un lado están las incompatibles instituciones sanitarias de: secretarías de Salud, Defensa, Marina, IMSS, ISSSTE, CFE, Pemex, DIF.
2) Aquellos que sobran por su clara obsolescencia murieron hace rato: el Servicio Postal Mexicano y Telégrafos de México.
Revisando casos se ve que la conformación de la parte superior, el gabinete, se ha apegado a deseos personales del presidente más que a incorporar apoyos calificados, recuérdese al ambicioso Juan Camilo Mouriño.
Recordemos a la Secretaría de Pesca, que nunca fue confiada a un biólogo, si no a cumplir compromisos políticos. De cuatro secretarios que tuvo, tres habían sido presidentes del PRI y el cuarto economista. Aun así, el presidente entrante ejercía su derecho.
Un mínimo de secretarías es inamovible hasta en el nombre, pero sí pueden ser reformadas, ejemplos: Gobernación, Relaciones Exteriores, Defensa, Marina, Hacienda, Salud, Trabajo o Educación. Otras han sido transitorias, como Presidencia, Programación y Presupuesto, Pesca, Recursos Hidráulicos, Urbanismo.
Habría que repensar sobre el porqué, dependencias como ciertos bancos se crearon y desaparecieron, el Obrero, de Pesca o Ejidal, creados por razones heterodoxas, como otorgar créditos suaves, incobrables sería más apropiado decir, los cerraron prácticamente en quiebra. Hubo otros criterios como Reforma Agraria, Turismo, Pesca, sin olvidar decenas de centros, comisiones, coordinaciones, empresas y fideicomisos, algunos de dudosa base legal.
Si el viejo modelo ya no da, pensemos como ejemplo en el rediseño de Gobernación, creando la adicional de Justicia y Derechos Humanos, una sola Defensa Nacional con la Guardia Nacional, desapareciendo Seguridad Pública; fundir Cultura en Educación; Turismo en Economía; dividir el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en dos, inteligencia para la seguridad nacional, adscrita a Presidencia, e inteligencia criminal a FGR, como lo que fue Cendro que tantos éxitos acreditó. Otra parte del proyecto de rediseño es la de entidades mal ubicadas y que habría que reformar o/y reacomodar.
Consecuentemente vendría el rediseñar el organigrama completo del Poder Ejecutivo.
La bandera de un real esfuerzo que diera simultáneamente eficiencia, agilidad y astringencia al gobierno entrante, sería el de federalizar su concepto funcional: asignar a estados todo aquello que les atañe directamente, dándoles facultades, responsabilidades y recursos requeridos. ¿Que esto sería problemático? Sí, ¿o qué, no de resolverlos se encargan los gobiernos? El propósito es bueno en esencia, rechazarlo antes de estudiarlo es muestra de arcaísmo.
Es tarea de mucho pensar, repensar y vuelta a pensar en: Definir objetivos, alcances y programas del proyecto con criterio federalista, de agilidad y astringencia, lo que equivale a formular el proyecto del proyecto.
Privilegiar el principio de eficiencia al distribuir facultades y responsabilidades equitativamente.
Considerar en la distribución de facultades aquellas que deben trasladarse a estados: fiscalidad, ejercicio presupuestal, agricultura, ganadería, turismo. La función normativa y de vigilancia, permanecería en el Ejecutivo federal.
Estudiar a fondo y detalle el proyecto y llevarlo como recomendación a la presidenta electa sería propio de un conocedor del sistema, lo que no equivale a dinosaurios, si no a un innovador.
Sería un trabajo dignísimo al que debería darse apoyo y seguimiento momento a momento. No es el plan de desarrollo al que obliga la ley, es una nueva fórmula de gobierno, un prerrequisito para un buen ejercicio ejecutivo.
Mientras eso sucede transcurrirá tiempo en espera de la próxima Noche de Reyes, de la nueva revelación, plazo que nos parecerá eterno.