Había jugadores de gran presencia y personalidad como Claudio Suárez, Cuauhtémoc Blanco, Luis Hernández, Rafael Márquez, Pável Pardo, Alberto García Aspe… Los directivos de clubes en verdad sabían de futbol y escuchaban al técnico: José Antonio García, Rafael Lebrija, Alejandro Burillo… El Tri tuvo además un mecenas, el multimillonario británico Jimmy Goldsmith, quien en el plano internacional trabajaba mucho ¡y gratis! para los tricolores.
Fue la bonanza. Cierto, había disputas, recelos, pero, sobre todo, optimismo hacia el futuro… Poco a poco se dio el retroceso, acabó el ciclo de los jugadores mencionados y nadie había trabajado en el remplazo. Aridez. Toño García se hizo a un lado por problemas de salud, Valentín Diez echó del Toluca a Lebrija porque le robaba reflectores, Burillo vendió al Atlante y al Centro de Alto Rendimiento y se enfocó en otras actividades, como el Abierto de Acapulco.
El futbol mexicano cayó en un tobogán sin freno, donde los títulos Sub-17 en los mundiales Perú 2005 y México 2011, así como el oro olímpico en Londres 2012 fueron la excepción, una suerte de flashazos que cegaron, aturdieron y extraviaron todavía más... En el trayecto algunos empresarios serios intentaron participar: Juan Antonio Hernández, Carlos Slim, Carlos Fernández González, Antonio Leonardo Castañón... pero este balompié no es para ellos, sino para astutos aventureros, trapaceros, lisonjeros.
En la Copa América, el Tri incursionó con fuerza, causó admiración al alcanzar la final en Ecuador 1993, no obstante, volvió a acariciar el cetro hasta Colombia 2001, es decir, esa etapa fértil. Luego, el desastre. Aterrizó una generación de directivos que se despojó de la careta: menos futbol y más negocio, se adhirieron como lapas a Soccer United Marketing (SUM) y a la liga estadunidense, alejándose de Sudamérica. En 2011 y 2015 acudieron desganados, con suplentes… Y llegó lo inevitable, el ridículo.
Fue en Estados Unidos 2016, en la Copa América Centenario, donde Chile humilló 7-0 a México en cuartos de final. El técnico Juan Carlos Osorio y millones de aficionados fueron testigos de la paliza al portero Guillermo Ochoa, era la viva imagen de la desolación… Anclado con grilletes y dólares a la Concacaf, el Tri ya no asistió a las ediciones Brasil 2019 y 2021... De panzazo, y con polémico arbitraje en la vuelta contra Honduras, se clasificó a la edición 2024.
El seleccionador Jaime Lozano, pese a la escasez de jugadores locales talentosos, carga desmesurada responsabilidad hacia la justa, debe llegar a las fases finales porque las circunstancias apremian, hay un Mundial en puerta, es en condición de coanfitrión, y apenas han pactado un par de juegos relevantes de ensayo, Uruguay y Brasil... En realidad no sólo él danza en la cuerda floja, también los otros técnicos locales de la Liga Mx, hoy se cuentan con los dedos de una mano.
A los de pantalón largo no les importan ni técnicos ni jugadores locales. No es su drama. Están enfrascados en locas compras navideñas (¡más foráneos!), como si de veras quisieran sacar de la mediocridad a sus equipos. En realidad lo hacen por mera costumbre, por el negocio de traficar piernas... Sonríen de oreja a oreja escuchando esa voz que desde el inconsciente les grita “no hay descenso, no hay descenso, no hay…” Cero riesgo de que sus franquicias se devalúen.
Así, mientras al Jimmy Lozano le espera un año decisivo y ajetreado, los federativos hacen cuentas alegres: récord de goles, de asistencia en los estadios, de tiempo efectivo de juego...
. Puro bla, bla; el reclamo es uno: restablecer el descenso... Arrancan las transferencias en las ligas europeas y nadie menciona a Santiago Giménez... Las Chivas ya deberían pujar por un roster donde lleven mano para reforzarse. Con ellas a media luz, la Liga desmerece aún más.