Está por terminar un año decisivo para el país, un año de estrenar cosas en todos los ámbitos. La escena política ha experimentado una nueva manera de perfilar la elección y la sucesión presidenciales en la cancha del partido gobernante, el cual es expresión político-electoral de un movimiento mucho más amplio: su máximo dirigente, que es también el Presidente de la República, propuso empezar por el relevo en el liderazgo del movimiento, proceso que fue aceptado y que se llevó a cabo entre los rechinidos de una máquina que empieza a funcionar por primera vez.
A la postre, el sistema funcionó, de modo que no quedaron dudas en el partido sobre quién debía ser registrada como precandidata a la Presidencia. Mucho antes del registro, el 7 de septiembre, Andrés Manuel López Obrador entregó a Claudia Sheinbaum el bastón de mando, en presencia de los máximos dirigentes de Morena, de los gobernadores surgidos de la alianza Juntos Haremos Historia y de cuatro de los cinco políticos que compitieron con la ex jefa de Gobierno por la Coordinación de los Comités de Defensa de la 4T.
Así quedó garantizada la unidad del movimiento, se allanó el camino a la selección de la candidatura presidencial y, lo más importante, se despejó el principal peligro del proceso en curso, que era el de una lucha interna fratricida. Nada puede darse por seguro en materia de procesos electorales, pero es un hecho que en 2023 la transformación en curso salió fortalecida de cara al que tendrá lugar el año entrante.
En el conjunto de las encuestas, las preferencias de voto para Morena y sus aliados conservan y superan el porcentaje de sufragios que le fueron reconocidos a AMLO en 2018, con lo que se consolida la probabilidad de la continuidad transexenal de la transformación del país.
En contraste, la oposición reaccionaria no ha logrado generar simpatías ni adhesiones más allá del sector tradicional de intoxicados por la propaganda antiAMLO que se remonta a 2004, que no se ha detenido desde entonces y que mientras más se acentúa en el odio y la mentira, más rechazo genera en el grueso de la población, la cual percibe que en los cinco años recientes se ha operado un cambio para bien en casi todos los ámbitos del quehacer nacional.
Donde menos se perciben los logros del gobierno de la 4T es en la seguridad pública, pero aun así, entre 2019 y 2023 los índices delictivos han pasado de la contención –porque se recibieron al alza– a la reducción. Y si bien lo conseguido es insuficiente, esa disminución ha demostrado que el cambio de paradigma en materia de seguridad –abandonar la delirante “guerra contra la delincuencia” para adoptar una política de construcción de paz– es correcto en lo sustancial y que es indispensable mantenerlo en el próximo gobierno.
Más aun, se ha evidenciado la impostergable necesidad de emprender un saneamiento a fondo de los organismos de procuración e impartición de justicia, tanto para reducir la violencia delictiva como para proseguir en mejores condiciones el combate a la corrupción. En el terreno económico, los logros de estos cinco años son indiscutibles y los indicadores positivos son reconocidos hasta por los organismos que en periodos anteriores impusieron en el país, con la complicidad de tecnócratas corruptos, las recetas del desastre neoliberal.
Ese sol no puede taparse con el dedo de un puñado de comentócratas atufados que anhelan, de manera implícita y hasta explícita, el estallido de una crisis económica finisexenal para, según sus cálculos perversos, salvar a la reacción oligárquica del naufragio electoral al que parece dirigirse.
Los avances en materia de bienestar no son tan espectaculares como los de las obras de infraestructura que el Presidente ha estado inaugurando en días, semanas y meses recientes, pero es claro que México ha logrado reducir la pobreza, la desigualdad, el desempleo y la marginación, y ello se refleja, para desconsuelo de algunos, en los sondeos de opinión y en las encuestas sobre la aprobación a la presidencia de AMLO.
Por otra parte, aunque no se ha terminado de saldar la deuda histórica del Estado para con los pueblos originarios, se ha avanzado mucho en este sentido y hoy existen condiciones más propicias que nunca para la consecución de las reivindicaciones de las mujeres, de la diversidad y de los grupos vulnerables.
Sería imposible resumir aquí todas las obras de infraestructura que se han construido y terminado, o que están por inaugurarse, en estos cinco años: carreteras, caminos artesanales, obras hidráulicas, plantas generadoras de electricidad, una refinería, trenes, una aerolínea y dos aeropuertos, entre ellas.
Es la enorme cosecha nacional de este 2023 que está por terminar y que permite constatar lo más importante: el país ha cambiado de rumbo. Eso es una razón de sobra para felicitarse y esperar y desear un feliz Año Nuevo.
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