Cuando se escuchan los deleznables despropósitos de personajes como Greg Abbott, gobernador de Texas, vociferando sobre su decisión de emprender acciones que afectan a los migrantes, deportaciones, cacerías, boyas con alambres, o a Donald Trump diciendo barbaridades como “los migrantes envenenan la sangre de Estados Unidos”, frase considerada nazifascista, y ser el favorito de las primarias republicanas, el gobierno mexicano debe tomar muy en cuenta esos propósitos al recibir la delegación de “altísimo nivel” del gobierno de Estados Unidos para hablar sobre el asunto migratorio. Quieren “discutir nuevas acciones que puedan tomar juntos para abordar los desafíos fronterizos actuales” y adoptar más acciones para controlar el flujo de migrantes a través de la frontera común: puestos de control en ferrocarriles y carreteras, favorecer la presencia de las fuerzas armadas en el sur; en palabras de John Kirby, una verdadera escalada antinmigrante. Y convertir el país en campo de guerra contra los migrantes.
Este es el marco de la ultraderecha mundial que busca chivos expiatorios para desviar la atención del verdadero conflicto de un modelo neoliberal que hace agua por todos lados, pero cuya salida de la crisis pasa absurdamente por su profundización. Por ello dirigen sus ataques hacia los migrantes del mundo, el grupo más vulnerable convertido en “el enemigo público número uno” (Manu Levin). Esta ultraderecha mundial está habilitando todas las formas de violencia posible para descargar odio y frustraciones, promoviendo ambientes que permitan la creaciónartificial del miedo como vía de” penetración sicológica en todas las capas de la sociedad” (R. Sánchez Cedillo). Así justifican los más oprobiosos modelos de violación de los derechos humanos. Para lograr sus objetivos buscan convertirse en fortalezas inexpugnables, como la Unión Europea con el pacto migratorio recién aceptado y como pretende EU, presionando al gobierno mexicano.
Pero, ¿por qué los flujos migratorios han aumentado en forma tan notable tras la crisis de los años 2008-09? En periodos anteriores, las fronteras se mantuvieron lo suficientemente porosas para que los migrantes fluyeran, por supuesto a conveniencia de los países desarrollados y bajo condiciones muy vulnerables porque la globalización neoliberal planteó libertad de movimiento para las mercancías y el capital, y freno a las personas, lo que explica por qué el patrón migratorio estuvo formado masivamente por trabajadores indocumentados.
En el caso específico de México al negarse rotundamente Estados Unidos a la posibilidad de firmar un acuerdo paralelo migratorio en el marco del TLCAN se eliminó por completo la posibilidad de tener flujos de trabajadores ordenados, seguros y legales. Y así se fueron 6 millones de mexicanos indocumentados, importantísimos para la economía de Estados Unidos, resultado de la devastación del campo mexicano y de la industria ante la competencia de productos estadunidenses. Tras 30 años siguen con la espada de Damocles sobre sus cabezas, sin poder regularizar su situación, con total desprotección laboral, en un claro limbo jurídico, lo que permite deportarlos cuando convenga a la economía del vecino país, sin la más mínima indemnización. ¿Cómo se atreve EU a pedir colaboración a México si después de 30 años los migrantes mexicanos indocumentados y sus hijos están en la mayor desprotección?
México, a pesar de la presión “del más alto nivel”, debe rechazar las propuestas de Washington que pretende el reforzamiento de las fronteras con más Guardia Nacional; que el país reciba todos los migrantes devueltos de EU, sin importar nacionalidad o situación administrativa; que construya un espacio de concentración de migrantes en el sur del país; en pocas palabras, para que se convierta en “un tercer país seguro”, cosa que hasta ahora se ha evitado. Hay que señalar a los enviados “de alto nivel” que las fronteras no pueden ni deben bloquearse no sólo por ser totalmente ineficiente, contrario a los derechos humanos, pero sobre todo porque promueve a los traficantes de personas que han creado redes internacionales de explotación migrante y favorecido su incremento, pero que al final, lamentablemente, se estrellan en muros fronterizos al negárseles acceder a los mecanismos establecidos claramente en el derecho internacional, asilo, refugio, visas humanitarias.
El camino para enfrentar esta ofensiva antinmigrante es que los países reviertan el modelo trabajo exportador por un modelo de desarrollo incluyente, de oportunidades para todos, con un régimen fiscal que permita una equitativa distribución de la riqueza, con soberanía plena sobre los recursos estratégicos. Eso es ir a las causas de la migración forzada al poner en el centro la protección de las poblaciones. Es importante no desdeñar la integración latinoamericana para alcanz ar un espacio de libertad de movimientos, de conectar avances en conocimientos, tecnología, innovaciones, que permita desarrollar todo el enorme potencial de la región.