Ni un día sin cumplir, ni un día sin dejar de trabajar. Su constancia resultó admirable. Jamás le falló a sus lectores ni a sus entrevistados a quienes interrogaba con lucidez y respeto.
Las dos éramos cronistas; las dos, entrevistadoras; las dos sonreíamos en los pasillos de El Día, Siempre! y La Jornada, las dos colaboramos también en Novedades, las dos escribimos para la Revista de la Universidad y una vez cenamos juntas en la Feria del Libro de Guadalajara, después de un emotivo homenaje a José Emilio Pacheco.
Desayunamos con José Emilio en un restaurante que daba al Zócalo y todos los homenajes fueron para ella. Presurosos, sonrientes, los meseros le pidieron que estampara su nombre en uno de los muros mientras José Emilio y yo esperábamos a que se subiera en una silla para que su firma quedara muy en alto: Cristina Pacheco. Pocos días más tarde, acompañé a Juan Soriano a su Conversando con Cristina Pacheco en el Canal Once y recuerdo que Soriano nos hizo reír a ambas.
Muy joven, Cristina resultó jefa editorial de la Revista de la UNAM y siguió siéndolo durante 10 años. Años más tarde, se convirtió en puntal de los programas culturales del Canal Once. Siempre certera, era un gusto verla en sus conversaciones vestida de negro, con una sonrisa blanca, en Aquí nos tocó vivir. Pocas personas tan activas y dinámicas como Cristina. Para Fernando Benítez debió ser una enorme alegría que ella recibiera el premio con su nombre porque se refería a ella como la admirable Cristina Pacheco
o la incansable Cristina Pacheco
o también la única mujer capaz de proteger a José Emilio
. Cristina preparaba sus entrevistas y crónicas con esmero y llenaba libretas con una letra grande, de mucho carácter. Hoy conservo la letra de sus dedicatorias como un ejemplo de fortaleza y de amistad.
Todos los caminantes, los barrenderos, los vendedores ambulantes de lotería deben estar consternados con la desaparición de quien los acompañó durante tantos años, no sólo como periodista, sino como conductora en su programa del Canal Once Aquí nos tocó vivir. Han de preguntar: ¿Y ahora quién nos calentará el corazón?