Los estrategas de la Casa Blanca y del Pentágono no previeron los dañinos efectos que tendría la coincidencia de dos conflictos armados. Sobre todo porque, en ellos, están empeñados amplísimos recursos y cobertura política de su incumbencia o práctica política.
Las inesperadas, derivadas de la ya prolongada guerra en el este de Ucrania, y la salvaje demolición de la franja de Gaza –con su consecuencia en vidas civiles– han creado costos difícilmente pagables. Las masivas protestas, el inmenso deterioro social y los efectos de imagen exigen inmediata y atenta revisión crítica para los tomadores de decisiones.
En ambas trifulcas guerreras, las causas se enrarecen hasta lo inesperado, afectando a los responsables como a muchos otros participantes en tales catástrofes. El diagnóstico de la guerra en Ucrania no es para nada positivo para los países europeos y menos para los estadunidenses. En este último país habría que añadirle la confluencia con el periodo electoral en curso. Circunstancia que está resultando cruel veneno para las posibilidades de relección del presidente Joe Biden.
Cada día que pasa se le complican sus apreciadas expectativas de continuidad en el mando actual. Crecientes grupos de la sociedad organizada, así como varios y efectivos opositores políticos, lo tienen cercado. Estos últimos han encontrado verdaderas palancas de ley que paralizaron las millonarias ayudas para una Ucrania desesperada.
Los republicanos, por su parte, tienen, al menos por ahora, ventajas electorales sobre los demócratas. En particular debido al envejecido adalid que los encabeza en la lucha actual. Además, su joven vicepresidenta no ha logrado situarse como una sustituta capaz de inclinar la balanza a favor de las múltiples ambiciones de sus colegas partidarios.
Los juicios emprendidos para mermar a Donald Trump, como resiliente retador, no le han mermado fuerza. Por el contario, parecen reforzar la determinación de su numerosa grey de votantes. Y, por si fuera poca cosa, a la ya de por sí endeble posición de Biden, se le suma un inesperado dañino frente. El Congreso de su nación le abrió una investigación para determinar si hay alguna culpa en el sospechado enriquecimiento familiar.
Se empatan entonces las tribulaciones judiciales de ambos contendientes. Se tendrá así una corrosiva situación, donde los dos aspirantes presidenciales quedarán sujetos a sendos juicios e investigación. Lo realmente preocupante para los designios hegemónicos de los estadunidenses lo representa el marcado deterioro mundial de su imagen política. Se acentúa, por un lado, la férrea complicidad en el genocidio palestino ocasionando posiciones encontradas dentro de la sociedad, situación que ya no puede ser disfrazada.
Por el otro costado, surgen dudas de su capacidad para sostener la guerra en Ucrania. Conflicto que es, en verdad, con Rusia, potencia a la que se quiere someter. Por el momento, los europeos, tratan de encontrar modos de sustituir las masivas aportaciones económicas faltantes. No se ve claro que puedan en verdad lograrlo. Aun en el eventual caso que Biden logre destrabar los bloqueos republicanos, los montos resultantes de la indispensable negociación, serán significativamente menores a los planeados en un principio.
Para complicar más la situación en Ucrania, la acelerada merma de su ejercito (90 mil muertos) se acerca a límites que le impedirán continuar. No hay, en ese país, la reserva humana que sustituya las pérdidas en el terreno de los balazos. De aquí surge una posibilidad tétrica: integrar una coalición externa que intervenga en su ayuda. Idea que ya se maneja en los círculos estratégicos más agresivos de la extrema derecha.
Personajes como los capitaneados por el influyente halcón mayor –J. Bolton– pero extensivo a otros más como la secretaria adjunta Victoria Nuland. Tan peligrosa alternativa ojalá no llegue a tener visos de realidad, pero en esos ambientes cupulares se viene empujando la idea. El teatro del conflicto podría entonces complicarse hasta rayar en una conflagración de nivel superior. Otro elemento que está jugando papel crucial en el intríngulis ucranio lo aporta la extendida corrupción que ha documentado la revista Time.
Este influyente medio, en investigación periodística, contribuye a engrosar la ya preocupante densidad actual. De manera coincidente, los dirigentes europeos airean su intención de iniciar el proceso para incluir a Ucrania en la unión de los 27.
Aunque, esto sólo parezca una lejana propuesta, si envía el mensaje de mezclar a la misma Organización del Tratado del Atlántico Norte. Cabe entonces recordar el terminal veto ruso respectivo que yace en el origen del problema. Un teatro guerrero-electoral por demás y crecientemente complicado.