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En la música de Vania Fortuna, el sonido, la voz y el cuerpo expanden sus creaciones

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La joven cantante y arreglista musicalizó obras literarias virreinales y contemporáneas, entre ellas, de la autoría de Sor Juana Inés de la Cruz, José Agustín y Carlos Pellicer. Foto Darío Fabricio López Luna-Cenart
19 de diciembre de 2023 09:24

Ciudad de México. Existe actualmente una escena vibrante de jazz joven, especialmente en la Ciudad de México, y la cantante Vania Fortuna y su ensamble Islas de la Tierra Firme son ejemplo de ello. La también compositora y el sexteto, integrado por músicos convocados especialmente para la ocasión, se presentaron en la Plaza de las Artes, del Centro Nacional de las Artes (Cenart), en el contexto del Festival Luces de Invierno.

Para ese proyecto, Fortuna conjuntó sus facetas de compositora y arreglista, así como la integración de un archivo de sonidos que ella misma ha construido con base en grabaciones de campo en una variedad de ecosistemas en diferentes países, con énfasis en los pájaros.

Abrió el concierto del domingo pasado con una muestra del trabajo en torno a la musicalización de un poema de Sor Juana Inés del la Cruz, bajo el título de Escuche mi voz el orbe.

La cantante ya había experimentado con el paisaje sonoro, también en el Cenart, con su grupo Selva Negra, en 2021. En esa ocasión hizo un homenaje al escritor José Agustín con la pieza Viaje al corazón de una selva, cuyos sonidos fueron grabados en la Laguna de Coyuca, lugar que se menciona en la novela Se está haciendo tarde (final en laguna).

Obras para teatro y cine

Si entonces las herramientas de Fortuna eran mucho más limitadas –apenas tenía un año de haber descubierto el paisaje sonoro–, ahora, gracias a su trabajo en teatro y cine, además de musicalizar la escena en vivo, siente que sus capacidades se han abierto.

Mi archivo se ha expandido y también mi manera de expresarme por medio de los sonidos, dice. La responsable de las proyecciones visuales es Minerva H. Trejo.

Para la cantante, lo que la diferencia de otros artistas es que piensa el paisaje como expansión de la propia música. Lo que importa es el sonido más allá, incluso, de ella. El sonido como discurso que incluye música, voz y también el cuerpo, porque a final de cuentas lo paso por todo el cuerpo. Para mí es la expansión de la composición tomar estos elementos para expresarnos de otra manera.

Su proyecto actual está muy influido por la literatura. Mis padres son periodistas. Desde niña me gustó leer; de hecho, me obsesionaba con los libros. Como artista me considero alguien cuyas herramientas vienen del sonido de la música; sin embargo, la idea conceptual de los proyectos, de las canciones, viene de libros.

El título del trabajo, pues, hace alusión al libro Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, escrito por Diego Durán en 1537. La idea de islas de la tierra firme resonó en Fortuna porque aquí no es mar. Había islas en Tenochtitlán porque sus habitantes vivían en un lago, pero se comunicaban. La cantante trasladó este concepto a su proyecto: Es un ensamble abierto en el que siempre se invita a diferentes músicos.

Participaron: Saúl Legorreta (guitarra), Daniel Vadillo (piano), Darío González (contrabajo), Maxym González (sax tenor), David de la Rosa (sax alto) y Sebastián Soto (batería). Para la ejecución de esta obra, Fortuna concibe a cada músico como una isla que se comunica con sus contrapartes a partir del sonido.

Otro poema musicalizado fue Quién me compra una naranja, de José Goroztiza, a ritmo de porro. Regina Caelli, poema del tabasqueño Carlos Pellicer, fue convertido en una especie de vals latinoamericano, muy influido por la música andina.

El arreglo de Son Paulina, que utiliza la poesía de Andrés Henestrosa, es más cercano al jazz. Es decir, más urbano, desde donde nosotros hablamos y tocamos.

La búsqueda estética de la compositora se ha acercado mucho a la música de la Costa Chica, de Guerrero y Oaxaca, que tiene que ver con chilenas y sones. Su trabajo con orquestas tradicionales la ha hecho buscar este tipo de sonoridades, aunque no para hacer un arreglo de un son existente, sino para componer piezas basadas en los colores de la música tradicional.

Ese viaje trata de seguir una línea estética muy cercana a la música que llaman de nuestras propias raíces. Este ejercicio, pues, es una especie de propuesta de mostrar cómo suena esa música en la Ciudad de México después de inspirarnos en todos estos lugares, asegura.

 

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