El zapatismo se conjuga en presente, no es historia pasada ni pieza de museo. El zapatismo es parteaguas de la vida política nacional y del movimiento social global. Es historia viva, construcción actual, propuesta inacabable. Referirse al zapatismo como algo que sucedió
hace tres décadas es intentar (aunque no lo logren) invisibilizar un movimiento que le sigue hablando al mundo, aunque con todo en contra.
Los pueblos originarios de México y del mundo fueron los primeros interpelados, pero ni antes ni ahora los zapatistas se posicionaron únicamente por las reivindicaciones de las comunidades indígenas. La apuesta fue y sigue siendo la organización anticapitalista de las y los de abajo, con un énfasis en la práctica de la autonomía. El acento en la práctica
no es menor, pues antes de que se escribieran cientos de libros y tesis sobre el término, los pueblos rebeldes, y muchos otros como ellos, ya la ejercían. Lo que hicieron, y siguen haciendo, fue dotarla de estructuras perfectibles que se acomodaran a los tiempos y contextos de las comunidades.
Las imágenes de enero de 1994 tienen como protagonistas a los muertos. No hay glamour ni romanticismo donde hubo dolor, sangre y entrega. Todo empezó con una declaratoria de guerra, que incluyó 13 demandas en las que se reconoció el mundo de abajo, las mismas que los de arriba no se atrevieron a negar: tierra, trabajo, techo, educación, alimentación, salud, independencia, democracia, justicia, paz, derechos de la mujer y derecho a la información (las primeras 11 incluidas en la Primera Declaración de la Selva Lacandona, y las últimas dos agregadas posteriormente).
No es casualidad que hayan incorporado a sus exigencias (tan lejanas a un pliego petitorio) los derechos a la mujer y a la información. Se adelantaron, como en muchas reivindicaciones, a generaciones enteras que hoy no podrían concebirse sin la lucha en las calles de los diversos feminismos y sin la reivindicación de la libertad de expresión, en un país en el que asesinan a un promedio de 12 mujeres todos los días y que al mismo tiempo es uno de los más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo.
Si no fuera por los zapatistas, si no hubiera habido un primero de enero, ¿dónde estaríamos?