Israel está perpetrando un verdadero genocidio contra los palestinos en la franja de Gaza. Los documentos que se han filtrado resultan simplemente desgarradores y evidencian que la sociedad de naciones está desprovista de las herramientas que permitan no sólo detener sino evitar algo tan monstruoso como lo que se vive en este siglo XXI.
El organismo internacional creado, cuyo objetivo fue poner las bases para la convivencia global y evitar que los horrores de la Primera y Segunda Guerras Mundiales se repitieran, es decir, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se planteó como principios rectores “mantener la paz y seguridad internacionales, fomentar relaciones de amistad entre las naciones, lograr la cooperación internacional para la solución de los problemas globales”.
Un organismo basado en la diplomacia, la solución negociada de las controversias y la búsqueda de la paz por encima de los conflictos. Se pensaba que los horrores vividos en esa primera mitad del siglo XX habían sido tan devastadores que las propuestas para la convivencia pacífica podían ser no vinculantes, se apelaba a la humanidad.
Se creó el Consejo de Seguridad, encargado de mantener la paz y la seguridad en el mundo y la diferencia con el resto de los organismos es que es el único que puede tomar decisiones vinculantes conocidas como resoluciones y obligar a los miembros a cumplirlas, de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas.
Está conformado por 15 países miembros, de los cuales 10 son elegidos periódicamente, y cinco tienen derecho a veto y ocupan un asiento permanente: China (1971 República Popular de China), Estados Unidos, Francia, Reino Unido, y Rusia (1991 disolución Unión Soviética). Pero si alguno de los miembros permanentes vota en contra, no se puede tomar ninguna decisión, por lo que, lamentablemente, no se hace efectiva la obligatoriedad a los miembros de cumplirla. Justo lo que sucedió en el caso del secretario general de la ONU Antonio Guterres.
El funcionario llama con razón “la pesadilla humanitaria en espiral” a la devastación que viven los palestinos en Gaza, por lo que se ha visto obligado a invocar el artículo 99 de la Carta de Naciones Unidas. Guterres advierte del “grave riesgo de colapso humanitario en Gaza” y hace un llamado urgente al alto al fuego humanitario, porque “la provisión de suministros para las necesidades de la población civil, especialmente niños, se ha hecho simplemente imposible”.
Con más de 18 mil civiles muertos, especialmente niños, queda claro que, como señala Guterres, “los ataques de Hamas, aun cuando contravienen las leyes de la guerra, no absuelven a Israel de sus propias violaciones”. Invocar el artículo 99 sólo ha sucedido en tres ocasiones: en 1960 para actuar ante la crisis en el Congo; en 1979 para hacer frente a la crisis de rehenes estadunidenses, y en 1989 para actuar contra la escalada del conflicto en Líbano.
Hoy se ha advertido del “grave riesgo de colapso humanitario en Gaza”, pero ha sido justo la estructura de este organismo lo que permitió a EU el 8 de diciembre vetar la resolución del Consejo de Seguridad que llamaba a un “alto al fuego humanitario inmediato”. Pese a tener 13 votos a favor, y una abstención de Reino Unido y la aprobación de la resolución del alto al fuego de más de 100 países, no se pudo aplicar el artículo 99.
Por tanto, el horror continuará y es muestra de que el Consejo de Seguridad en los hechos se convierte en lo contrario de lo enarbolado en sus principios originales, “desempeñar un papel central en el mantenimiento de la paz y seguridad internacional”. La configuración del Consejo de Seguridad ha servido para proteger a las potencias que pueden vetar y, por supuesto, a sus aliados, en este caso Israel.
Decisiones que responden a intereses alejados de la paz o de la humanidad, más bien directa o indirectamente de beneficio a la industria armamentista que sigue alimentando guerras y conflictos que se perpetúan para provecho de tan infaustos negocios. Lo señalado por Antony Blinken va en ese camino al defender la “potestad de Israel para determinar la duración de su ofensiva”, o sea, cuando acabe con su limpieza étnica y seguramente se hayan incrementado suficientemente las ganancias para los dos países.
No es extraño que el jefe de la ONU para los refugiados en Palestina (UNRWA), Philippe Lazzarini haya comentado con tristeza que “es la hora más oscura” para la historia de la organización. Se ha planteado la necesidad de reformar al Consejo de Seguridad, por su falta de representatividad, de legitimidad y, sobre todo, el abuso del veto por los países que poseen ese recurso; sin embargo, hasta ahora todos los intentos han sido vanos.
Lo que sí puede hacer la comunidad internacional es romper nexos con Israel, boicot a las mercancías israelíes y, lo más importante, denunciar a Benjamin Netanyahu como criminal de guerra en la Corte Penal Internacional, justo el tribunal cuya misión es juzgar a los acusados de crímenes de genocidio, guerra, agresión y lesa humanidad.